XXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Hay que hacer cálculos en serio
Caminaba con Jesús un gran gentío. Se volvió hacia ellos y les dijo: "Si
alguno quiere venir a mí y no se desprende de su padre y madre, de su
mujer e hijos, de sus hermanos y hermanas, e incluso de su propia
persona, no puede ser discípulo mío. El que no carga con su propia cruz
para seguirme luego, no puede ser discípulo mío.
Mucha gente va con Jesús, pero no todos lo siguen; no todos asumen su forma de
vivir, de pensar, de amar y actuar, aunque lo aprueben teóricamente. Muchos
admiran sus milagros, su vida y su enseñanza…, pero no aceptan sus exigencias,
porque prefieren una vida cómoda y una religión de apariencias, que no salva.
Jesús no quiere que nos equivoquemos con la ilusión de conseguir la felicidad en el
tiempo y en la eternidad por un camino que lleva a la infelicidad final.
Cuidémonos en serio de no vender a Cristo y a nosotros mismos por unas monedas
o por un poco de placer pasajero. Jesús nos dice: “Quien no está conmigo, está
contra mí”. “Quien no me confiesa delante de los hombres, tampoco yo lo
reconoceré delante de mi Padre” .
Preferirlo a todas las cosas y a la misma familia, es la única manera de amar de
verdad a la familia, a nosotros mismos y la creación. Así podremos disfrutar de todo
eso con libertad y gozo en el tiempo y por toda la eternidad. De lo contrario, tarde
o temprano, lo perderíamos todo.
Cargar la cruz tras él consiste en asociar a la suya las cruces inevitables que exige
la vida honrada y cristiana, como condición esencial para colaborar con él en la
salvación de los demás, y así lograr la resurrección y la gloria eterna. Él mismo
promete: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los
aliviaré”. “Mi yugo es suave y mi carga ligera”.
El Evangelio es siempre una buena noticia, y como buena, no puede amargar la
vida a nadie, sino todo lo contrario: da paz, alegría y felicidad, también en el dolor
y en la misma muerte. Y nos enseña a disfrutar con gratitud y orden los gozos que
Dios nos da a través de las cosas y de las personas.
No es difícil amar a Jesús por encima de todo y de todos, si consideramos lo que
representa en el tiempo y en la eternidad para nosotros y para quienes amamos.
Padre Jesús Álvarez, ssp