XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año imapar)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- 1Tm. 3,14-16: Grande es el misterio que veneramos.
b.- Lc. 7, 31-35: Tocamos la flauta y no bailáis; cantamos lamentaciones y
no lloráis.
Este pasaje del evangelio, nos presenta la cerrazón de una generación a la acción
de Dios. Cuando la persona y la sociedad se cierran a la acción del reino de Dios,
sobran las excusas para justificar su actitud. La parábola quiere reflejar esta
realidad: mientras unos niños cantan, otros bailan; pero otro día no quieren hacer
ni lo uno ni lo otro. No aceptan las reglas del juego. Algo parecido ha ocurrido con
los hombres de Israel, puesto que vino Juan Bautista y propuso un camino de
conversión y penitencia, y terminaron diciendo que estaba loco (cfr. Mt.11,18);
viene Jesús, con la alegría del reino y la invitación al banquete escatológico, y lo
acusan de comilón y borracho (cfr. Mt.11,18-19). Juan representaba la piedad y el
rigor, la virtud y la austeridad de vida. Su actitud anuncia el Juicio de Dios, ante
una sociedad, cuyas costumbres perversas, hay que denunciar para suscitar la
piedad, y la conversión a Dios. Juan venía del desierto, con su palabra como espada
traspasa las conciencia y con su mirada ilumina el camino de los hombres que se
convierten a su mensaje; Jesús que come y bebe, trae el reino de Dios, con la fe y
alegría de creer en el amor de Dios, un amor que reconcilia, con el perdón de los
pecados, donde los hombres se reconocen hijos de Dios y hermanos entre sí, que
se reúnen en comunidad para celebrar el banquete (cfr. Mt.11,19). Todo esto los
judíos lo rechazan, porque un hombre de Dios, no podía juntarse con los pecadores,
comer y beber con ellos, con lo cual se cierran a la salvación que Dios les ofrece en
Jesús. La parábola, pone al descubierto que los hombres son unos caprichosos,
quieren algo distinto de lo que es el designio del Padre. En Juan y Jesús se revela el
designio del Padre, mientras el primero prepara los caminos y los corazones de los
hombres para el Mesías, Jesús trae los tiempos finales, los del Mesías. A ÉL se le ha
confiado el poder y la gloria para siempre, su reino no conocerá fin (cfr. Dan.7, 14).
“Pero la sabiduría fue reconocida por todos sus hijos” (v.35). Los caminos de Dios,
son sabiduría de Dios. La sabiduría de Dios en sus obras, es muy distinta a los que
los hombres esperaban y enseñaban, acerca de Juan y de Jesús como Mesías, la
puede reconocer el hijo de la sabiduría, el que la posee en plenitud, porque lo ha
transformado desde su nacimiento. ÉL piensa y juzga con sabiduría. Si el pueblo
reconocía a Juan como profeta y no se escandalizaba de Juan, no es obra de los
hombres sino de Dios, comunicación de la sabiduría por Dios. Aceptaremos sus
designios sólo si el mismo Dios nos concede su sabiduría y revelación.
Teresa de Jesús, experimentó cómo la oración fue caminó de salvación. “Pues
para lo que he tanto contado esto es como he ya dicho para que se vea la
misericordia de Dios y mi ingratitud; lo otro, para que se entienda el gran bien que
hace Dios a un alma que la dispone para tener oración con voluntad, aunque no
esté tan dispuesta como es menester; y cómo si en ella persevera por pecados y
tentaciones y caídas de mil maneras que ponga el demonio en fin, tengo por cierto
la saca el Señor a puerto de salvación, como a lo que ahora parece me ha sacado
a mí. Plega a Su Majestad no me torne yo a perder” (V 8,4).