XXIV Semana del Tiempo Ordinario (Año imapar)
Viernes
Lecturas bíblicas
a.- 1Tm. 6,2-12: Tú, en cambio, hombre de Dios practica la justicia.
b.- Lc. 8,1-3: Las discípulas también acompañan a Jesús, le ayudan con
sus bienes y evangelizan.
Estos versículos son propios de Lucas y nos hablan de Jesús y su relación con las
mujeres, también discípulas. Jesús, viaja por la zona predicando y anunciando el
reino de Dios, a la buena nueva, nueva de alegría y de victoria, acompañado de los
Doce y de algunas mujeres. Con ellos forma Jesús, el nuevo pueblo de Dios.
Descubrimos que la enseñanza de Jesús, llega también a las mujeres, es decir, no
sólo a los Doce que lo acompañaron desde el comienzo; sino que también, esa
predicación se ve correspondida con la ayuda que hacen al Maestro con sus bienes
materiales y que hace que su palabra llegue hasta los círculos del palacio de
Herodes. El evangelista, deja en claro, cómo a Jesús lo acompañan los Doce, y
algunas mujeres, es decir, dos grupos de discípulos, hombres y mujeres. Respecto
a estas últimas, se afirma que han sido sanadas de enfermedades y exorcismos,
con lo que se quiere decir, que siguieron a Jesús, porque las sanó (vv.2-3). Signo
de la presencia del reino de Dios salvador, que las libra de la enfermedad. Ahora
bien, la situación era a lo menos llamativa, por no decir escandalosa para su
tiempo, porque normalmente los rabinos no tenían discípulas, ya que no era
costumbre que fueran instruidas en la Torá, eso era cosa de hombres; y mucho
menos que en la itinerancia de varones, fueran acompañadas por mujeres. Llama la
atención que el evangelista mencione el nombre de tres de ellas, María Magdalena,
Juana y Susana, como si fueran las tres más cercanas a Jesús, como Pedro,
Santiago y Juan. La primera, la Magdalena, fue liberada de siete demonios por la
acción salvadora de Jesús; se piensa que fue una gran pecadora, por ser de
Magdala, pueblo caracterizado por costumbres licenciosas. Juana, esposa de un
administrador de Herodes Antipas, con lo cual el evangelista quiere dejar en claro,
que en ese enfrentamiento entre el rey Herodes y Jesús, no todos los de su órbita
están en su contra. Esta mujer pudo haber influido por su rango, en que el grupo
de mujeres estuviera al pie de la cruz en su momento. De Susana no sabemos
nada, s￳lo que su nombre significa, “azucena”. De éstas y otras, Lucas nos dice,
que contribuían con sus bienes y servían a Jesús y los apóstoles. Este nutrido
grupo de mujeres, luego seguirán estando presentes en el evangelio aunque no se
las nombra, se hacen invisibles. Si las contemplamos como grupo, es para
finalmente, volvernos a encontrar con ellas al pie de la Cruz; estuvieron desde el
comienzo, como los apóstoles, testigos del misterio Pascual del joven Maestro de
Nazaret. La ayuda de estas mujeres a Jesús significó para la propagación del
Evangelio, y lo comenzado por estas galileas, su ejemplo pasó a la Iglesia
apostólica donde muchas otras servían a los apóstoles, como Lidia (cfr.Hch.16,14),
Príscila (cfr. Hch.18,2), Síntique y Evodia (cfr. Flp.4,2), Cloe (cfr. 1Cor. 1,11), y
Febe (cfr. Rom.16,1). Hoy son millones las mujeres que son discípulas de Cristo,
que santificándose en el matrimonio, la vida religiosa, la soltería por el reino de
Dios, aportan su femineidad y lectura propia de la vida cristiana, inconmensurable
riqueza de la Iglesia, que contempla en María Inmaculada, la perfecta discípula de
Cristo. El coro de las santas mujeres, vírgenes y mártires, madres cristianas,
viudas, religiosas y doctoras de la Iglesia alaben al Señor y oren por los que todavía
caminamos al encuentro definitivo con el Señor.
Teresa de Jesús, descubrió que el secreto del verdadero discípulo está en dejarse
ense￱ar por el divino Maestro. “Paréceme ahora a mí cuando una persona ha
llegádola Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y
que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es
eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura esto visto por
experiencia, que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo o ver y probar qué se
gana con lo uno y se pierde con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es
criatura, y otras muchas cosas que el Señor a quien se quiere dar a ser enseñado
de él en la oración, o a quien Su Majestad quiere, que aman muy diferentemente
de los que hemos llegado aquí”(CV 6,3).