Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
El valor de tu dinero
Mejor que carpintero, Jesús habría resultado un excelente comerciante palestino porque se
ve a leguas que entendía de negocios, artimañas, ofertas y descuentos. ¡Cuántas veces
recurrió a las finanzas para revelarnos la verdad sobre Dios, el mundo y el destino del
hombre!
Compara la alegría que experimenta Dios por un pecador que se arrepiente, con el gozo de
la mujer que recupera un moneda de gran valor después de haber barrido la casa y no cejar
hasta dar con ella, y luego va corriendo a comunicar la noticia a sus vecinas. Esto suena a
protección de capital variable.
Se vale del principio económico, “Mínima inversión, máximo rendimiento”, representado
en la parábola del grano de mostaza, para motivarnos a buscar las cosas de arriba, donde las
buenas obras producen un interés superior al 100% de lo invertido en esta vida.
Compara el Reino de los Cielos con el hombre que encuentra un tesoro, en lugar de avisar
al dueño, lo vuelve a esconder y de inmediato vende todo lo que tiene para comprar el
campo y así allanar el camino de la explotación (Mt 13,44). Es decir, asume el costo del
riesgo que le genera invertir en un mejor negocio. Tiene sentido de oportunidad.
En la multiplicación de los panes, además de haber dado de comer a cinco mil personas, se
ocupó de recoger las sobras y juntó 12 canastos llenos de peces y panes (Mt 14,20).
Mantenía un estricto control del gasto.
Aumento de capital, inversión, control del gasto y no podía faltar las trampas y chanchullos
del administrador infiel que al verse sorprendido, llama a los deudores de su amo y les hace
firmar nuevas letras para que al quedarse sin trabajo, le resulte fácil encontrar amigos que
lo reciban en su casa (Lc.16,4). Jesús se valió de la astucia de aquel hombre deshonesto
para invitarnos a darle un sentido sobrenatural al dinero, medio necesario para vivir.
¿Qué valor tiene el dinero? El afán de poseer mucho dinero parece ser el máximo ideal de
jóvenes y viejos. Por dinero se corrompen conciencias, se compran falsas amistades, se
pierden familias y se ganan partidos de fútbol. La acumulación indebida es inmoral porque
se halla en abierta contradicción con el destino universal de los bienes. “Porque la raíz de
todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar de él, se extraviaron en la
fe y se ganaron muchos dolores” (I Tm 6,10).
El dinero vale cuando perfecciona a quien lo gana honestamente como fruto de su trabajo y
esfuerzo, y cuando se gasta responsablemente en su doble dimensión personal y social
como medio para desarrollar las propias cualidades humanas y sociales. El dinero mal
habido es “precio de sangre” (Mt 27,10).
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