DOMINGO XXV. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Un hombre rico tenía un
administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame
el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se
puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el
empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo
que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración,
encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los
deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste
respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dij o: "Aquí está tu recibo; aprisa,
siéntate y escribe cincuenta. Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él
contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe
ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que
había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con
su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero
injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El
que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no
es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no
fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras?
Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún
siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis
servir a Dios y al dinero.»
CUENTO: EL DIAMANTE
El maestro había llegado a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol
para pasar la noche. De pronto llegó corriendo donde él un habitante de
la aldea y le dijo:
-“La piedra, la piedra, dame la piedra preciosa”.
- ¿Qué piedra?, - preguntó el maestro
- La otra noche se me apareció en sueños el Señor Shiva, - dijo el
aldeano, - y me aseguró que si venía al anochecer a las afueras de la
ciudad, encontrará un maestro que me daría una piedra preciosa que me
haría rico para siempre.
El maestro rebuscó en su bolsa y extrajo una piedra.
- Probablemente se refería a ésta, - dijo, mientras entregaba la piedra al
aldeano – La encontré en un sendero del bosque hace unos días. Por
supuesto que puedes quedarte con ella.
El hombre se quedó mirando la piedra con asombro. ¡Era un diamante!
Tal vez el mayor diamante del mundo, pues era ta grande como la mano
de un hombre.
Tomó el diamante y se marchó. Pasó la noche dando vueltas en la cama,
totalmente incapaz de dormir. Al día siguiente, al amanecer, fue a
despertar al maestro y le dijo:
- Dame la riqueza que te permite desprenderte con tanta facilidad de
este diamante.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
En estos tiempos nuestros de “tanto tiene, tanto vales”, donde parece que
“poderoso caballero es don dinero”, las palabras de Jesús de hoy en el
Evangelio suenan a explosivas o a desfasadas. Y no porque Jesús piense
que el dinero sea malo o que no haya que estar hoy metido e informado del
mundo económico, de los trasiegos bancarios, de las grandes operaciones
energéticas, o que no tengamos que estar atentos y preocupados por la
subida de los tipos de interés. No. Jesús va mucho más allá y más adentro.
El dinero no son sólo monedas o billetes, son tantas cosas materiales a las
que estamos atados y de las que parece no podemos prescindir. Tener
dinero no es malo, sino darle el corazón, poner en ello todas nuestras
energías, olvidarnos de todo lo demás, vivir para tener y poseer, en
definitiva, hacer del dinero un dios y adorarlo a la altura del verdadero Dios.
Para Jesús, el dinero, como todo lo demás, debe estar al servicio del Reino
de Dios, es decir, a tener una vida digna, con las necesidades básicas
cubiertas, pero también el dinero debe ponerse al servicio de una
humanidad solidaria donde todos podamos vivir con la misma dignidad.
Para el cristiano, el dinero no es para gastarlo todo, sino para invertirlo en
bonos que no caducan y que no están a merced de las fluctuaciones
bursátiles, sino inversión en salud, en familia, en amigos, en solidaridad con
los pobres, en colaboración con la Iglesia, en apoyo a las grandes causas de
la paz, la justicia y la ecología. El dinero es la piedra de toque de nuestra fe.
Si no sabemos compartir los bienes materiales, cómo vamos a ser gestores
de los bienes eternos, dice el Señor. Si no sabemos dar hasta que nos
duela, como decía la madre Teresa de Calcuta, no podremos llamarnos
cristianos. Porque no podemos pretender compaginar nuestra fe con ser
egoístas, materialistas, avariciosos, injustos, insolidarios. El cielo, Dios
mismo, nuestro gran tesoro, no se nos podrá dar si no somos capaces de
cultivar esos pequeños tesoros de la vida diaria, esas pequeñas tareas que
Dios nos encomienda cada mañana de hacer un mundo más justo y
fraterno. El cuento de este domingo nos muestra un camino de libertad
frente al dinero, las riquezas, las cosas materiales, que nos esclavizan
cuando dependemos de ellos. Jesús nos invita a un uso responsable y
solidario del dinero, a tener libertad de corazón frente a lo material. No es
fácil en la sociedad que vivimos, pero podemos intentar llevarlo a la práctica
esta semana en cosas pequeñas, en detalles cotidianos, compartiendo no
sólo el dinero, también nuestro tiempo y nuestras cualidades, repartiendo
amor, alegrando la vida a los demás, siendo menos egoísta, prescindir de
los superfluo. Cuentan el gran Sócrates que cuando se paseaba por el
mercado de Atenas, repleto de cosas, solía decir: “, Ah, cuántas cosas que
no necesito”.
¡QUE TENGÁIS UNA FELIZ, SOLIDARIA Y GENEROSA SEMANA!!.