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Día litúrgico: Jueves XXIV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Lc 7,36-50): En aquel tiempo, un fariseo rogó a Jesús que
comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la
ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa
del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies
de Jesús, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos
de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta,
sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una
pecadora». Jesús le respondió: ᆱSimón (…), te digo que quedan perdonados sus
muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona,
poco amor muestraᄏ (…).
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
El sacramento de la Penitencia: la realidad del pecado a la luz de la
misericordia infinita de Dios
Hoy, inesperadamente, entra un "invitado" no previsto: una conocida pecadora
pública. Es comprensible el malestar de los presentes, que a la mujer no parece
preocuparle. Ella avanza y, se detiene a los pies de Jesús. Había escuchado sus
palabras de perdón y de esperanza para todos, incluso para las prostitutas. Con sus
lágrimas moja los pies de Jesús, se los enjuga con sus cabellos, los besa y los unge
con un agradable perfume. Al actuar así, la pecadora quiere expresar el afecto y la
gratitud que alberga hacia el Señor con gestos familiares para ella, aunque la
sociedad los censure.
Es necesario ayudar a quienes se confiesan a experimentar la ternura divina para
con los pecadores arrepentidos, que tantos episodios evangélicos muestran con
tonos de intensa conmoción. En el sacramento de la Reconciliación, cualquiera que
sea el pecado cometido, si lo reconocemos humildemente y acudimos con confianza
al sacerdote confesor, siempre experimentamos la alegría pacificadora del perdón
de Dios.
—A quien ama mucho, Dios le perdona todo.
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