EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
viernes 20 Septiembre 2013
Viernes de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario
Primera Carta de San Pablo a Timoteo 6,2c-12.
Y si sus dueños son creyentes, que no los respeten menos por el hecho de ser
hermanos. Al contrario, que pongan mayor empeño en servirlos, porque así
benefician a hermanos queridos en la fe. Enseña todo esto, e insiste en ello.
Si alguien enseña otra cosas y no se atiene a los preceptos saludables de nuestro
Señor Jesucristo, ni a la doctrina que es conforme a la piedad,
es un ignorante y un orgulloso, ávido de discusiones y de vanas polémicas. De allí
nacen la envidia, la discordia, los insultos, las sospechas malignas
y los conflictos interminables, propios de hombres mentalmente corrompidos y
apartados de la verdad, que pretenden hacer de la piedad una fuente de ganancias.
Sí, es verdad que la piedad reporta grandes ganancias, pero solamente si va unida
al desinterés.
Porque nada trajimos cuando vinimos al mundo, y al irnos, nada podremos llevar.
Contentémonos con el alimento y el abrigo.
Los que desean ser ricos se exponen a la tentación, caen en la trampa de
innumerables ambiciones, y cometen desatinos funestos que los precipitan a la
ruina y a la perdición.
Porque la avaricia es la raíz de todos los males, y al dejarse llevar por ella, algunos
perdieron la fe y se ocasionaron innumerables sufrimientos.
En lo que a ti concierne, hombre Dios, huye de todo esto. Practica la justicia, la
piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad.
Pelea el buen combate de la fe, conquista la Vida eterna, a la que has sido llamado
y en vista de la cual hiciste una magnífica profesión de fe, en presencia de
numerosos testigos.
Salmo 49(48),6-7.8-10.17-18.19-20.
¿Por qué temer en días de desgracia,
cuando me cercan el mal y la traición
de los que en su fortuna se confían
y hacen prevalecer su gran riqueza?
Mas comprada su vida nadie tiene,
ni a Dios puede, con plata, sobornarlo,
pues es muy caro el precio de la vida.
¿Vivir piensa por siempre,
o cree que no irá a la fosa un día?
No temas cuando el hombre se enriquece,
cuando aumenta la fama de su casa.
Nada podrá llevar a su muerte,
ni su riqueza podrá bajar con él.
Su alma, que siempre en vida bendecía:
«Te alaban, porque te has tratado bien»,
irá a unirse con la raza de sus padres,
que jamás volverán a ver la luz.
Evangelio según San Lucas 8,1-3.
Después, Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la
Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce
y también algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y
enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios;
Juana, esposa de Cusa, intendente de Herodes, Susana y muchas otras, que los
ayudaban con sus bienes.
Comentario del Evangelio por :
Beato Juan Pablo II (1920-2005), papa
Alocución del 29 de abril 1979 13 - Copyright © Libreria Editrice Vaticana
“Lo acompañaban los Doce y también algunas mujeres”
Es particularmente conmovedor meditar en la actitud de Jesús hacia la mujer: se
mostró audaz y sorprendente para aquellos tiempos, cuando, en el paganismo, la
mujer era considerada objeto de placer, de mercancía y de trabajo, y, en el
judaísmo, estaba marginada y despreciada. Jesús mostró siempre la máxima
estima y el máximo respeto por la mujer, por cada mujer, y en particular fue
sensible hacia el sufrimiento femenino. Traspasando las barreras religiosas y
sociales del tiempo, Jesús restableció a la mujer en su plena dignidad de persona
humana ante Dios y ante los hombres.
¿Cómo no recordar sus encuentros con Marta y María, con la Samaritana, con la
viuda de Naín, con la mujer adúltera, con la hemorroisa, con la pecadora en casa de
Simón el fariseo? El corazón vibra de emoción al sólo enumerarlos. Y cómo no
recordar sobre todo, que Jesús quiso asociar algunas mujeres a los Doce, que le
acompañaban y servían y fueron su consuelo durante la vía dolorosa hasta el pie de
la cruz? Y después de la resurrección Jesús se apareció a las piadosas mujeres y a
María Magdalena, encargándole anunciar a los discípulos su resurrección. Deseando
encarnarse y entrar en nuestras historia humana, Jesús quiso tener una Madre,
María Santísima, y elevó así a la mujer a la cumbre más alta y admirable de la
dignidad, Madre de Dios encarnado, Inmaculada, Asunta, Reina del cielo y de la
tierra.
¡Por eso, vosotras, mujeres cristianas, debéis anunciar, como María Magdalena y
las otras mujeres del Evangelio debéis testimoniar que Cristo ha resucitado
verdaderamente, que El es nuestro verdadero y único consuelo! Tened, pues,
cuidado de vuestra vida interior
(Referencias bíblicas: Lc 10,38-42; Jn 4,1-42; Lc 7,11-17; Jn 8,3-9; Mt
9,20-22; Lc 7,36-50; Lc 8,2-3; Mt 28,8 )
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”