XXV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Zac. 2,5-9: Yo vengo a habitar dentro de ti.
b.- Lc. 9, 43-45: Segundo anuncio de la Pasión.
En este segundo anuncio de la pasión, encontramos cómo la gente se maravilla por
las acciones que realizadas por Jesús: acaba de expulsar un demonio de un
epiléptico; Jesús anuncia su pasión, lo que no entienden sus discípulos y temen
preguntarle por ello (v.45). Es un deambular de sentimientos humanos, que van de
la admiración a la traición, y la manifiesta necesidad de escuchar al Maestro para
evitar ambigüedades. Todo lo que hacía Jesús, atraía a las muchedumbres hacia
ÉL, causa admiración, pero más tarde, se va a convertir en rechazo, camina hacia
el momento de la traición y el calvario. La llamada de atención que hace Jesús (v.
44), es porque lo que va anunciar es muy importante, se confirman las palabras del
Padre en la Transfiguración: hay que escuchar al Hijo (cfr. Lc. 9, 35). Esta idea sólo
de Lucas, se relaciona con la llamada que hace Yahvé a Moisés para que escriba sus
palabras en un libro (cfr. Ex. 17, 14; Lc. 8,8; 14, 35). Jesús sabe que será
entregado en manos de los hombres, también sabe que la admiración de la gente
no durará mucho, es toda una preparación de sus discípulos al momento
apremiante que se avecina. Así lo ha dispuesto el Padre (cfr. Is. 53,6). ¿Por qué ha
de pasar por la pasión el camino de Jesús a la gloria? ¿Por qué ha de ser el camino
de sus discípulos y de su Iglesia? Los discípulos no entienden ese lenguaje, aunque
el mensaje era claro, no parecía entrar esa idea en lo previsto por Dios según ellos.
Les estaba velada su comprensión (v. 45), da la impresión, por la fuerza del mismo
Dios, hasta el momento oportuno; no están capacitados para comprender el futuro
de Jesús, por ahora. No formularle preguntas, viene a significar que intuían que
algo inesperado le iba a suceder, pero además, porque en el fondo, se revelaban
contra la muerte de Jesús, sabiendo que Jesús rechaza esos pensamientos (cfr. Mc.
8,32). También nosotros podemos quedarnos callados frente a Cristo, cuando es
necesario preguntarle en la oración, profundizar sobre su persona, para que nos
descorra el velo de su misterio con su Resurrección (cfr. Lc.24, 6ss). Mientras unos
admiran de lejos a Jesús y algunas facetas de su vida, el orante se deja seducir por
su misterio de Hombre y Dios verdadero, una amistad que no defrauda, un amor
fecundo que purifica y une, que se identifica con la entrega diaria al prójimo que
hace el creyente de vida y tiempo, por ser ÉL, modelo de entrega al Padre y a los
demás. Cristo Jesús es verdaderamente sublime como Hombre y adorable como
Dios verdadero. La humillación de Jesús sólo se comprende desde la glorificación
dada por el Padre a su Hijo.
Teresa de Jesús como buena contemplativa supo sacar frutos espirituales de la
Pasión de Cristo, para asemejarse cada vez más a ÉL en el padecer y resucitar a
vida nueva. “Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del Huerto; ¡qué
aflicción tan grande llevaba en su alma!; pues con ser el mismo sufrimiento la dice
y se queja de ella. O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes
hechas pedazos por lo mucho que os ama: tanto padecer, perseguido de unos,
escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que
vuelva por El, helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os
podéis consolar. O miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar de
huelgo. Miraros ha El con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y
olvidará sus dolores para consolar los vuestros, sólo porque os vais vos con El a
consolar y volvais la cabeza a mirarle.” (CV 26,5).