Comentario al evangelio del Sábado 21 de Septiembre del 2013
Celebramos hay la fiesta de San Mateo, apóstol. El Evangelio nos recuerda su vocación. Ahí está
Mateo, sentado a la mesa de los impuestos, alguien que se dedica a sangrar a la gente en nombre de los
romanos. Quizá no hubiera nadie más despreciable a los ojos de los judíos contemporáneos de Jesús.
Pero Jesús no pasa de largo frente a aquella mesa, se detiene, le mira a los ojos y le llama: “Ven y
sígueme”, y le convierte en discípulo.
Pero la cosa no queda ahí, Mateo y sus amigos (publicanos y pecadores) se sientan a la misma mesa
con el Maestro. Si hubiéramos sino nosotros fácilmente hubiéramos dicho que no resulta conveniente
para la “causa” que nos vieran en compañía de personas de tan mala fama, no habríamos ahorrado la
crítica, los dimes y diretes. Pero Jesús lo tiene claro, y así quiere mostrarlo, y por eso llama a Mateo y
va a comer con sus amigos: Jesús no ha venido a buscar a los sanos, sino a los pecadores, y les echa en
cara a los fariseos su falta de misericordia, su falta de compasión para con aquellos que reconociendo
su pecado quieren tomar un nuevo rumbo a sus vidas.
Cuantas veces nosotros actuamos así… emitimos un juicio sobre las personas, y ya es un juicio para
toda la eternidad. Nunca nos acusarán de ingenuos porque no nos fiamos fácilmente de los otros. Esa
es la distancia entre Jesús y nosotros, mientras que Él siempre mantiene la esperanza en las personas y
por eso suspende todo juicio, nosotros condenamos eternamente, basados en nuestra mirada superficial
y mezquina.
Cuándo aprenderemos el significado de la palabra misericordia?
C.R.