Ciclo C: XXV Domingo del Tiempo Ordinario
Mario Yépez, C.M.
La coherencia de los Hijos de la Luz
El libro profético de Amós, junto al de Oseas y en algunos pasajes de Isaías, se
patentiza la dura crítica a las injusticias suscitadas en tiempos de prosperidad, en
este caso muy particular, en el reino del Norte, donde ejerció su ministerio. Cómo
podemos percibir en esta fuerte denuncia social, y con matices económicos, hay
una exigencia que conlleva la devoción al Dios de Israel y ésta se traduce en las
actitudes referidas al orden público y al respeto por las acciones honradas. Los
explotadores machacan al pobre y al indefenso, y lo hacen a pesar de ser
conscientes de las fiestas santas en las que ellos participan. La incoherencia de una
religiosidad traicionada por actos de deshonra y fraude es denunciada vivamente
por el profeta. Se aprovechan de los pobres, los extorsionan y les engañan. La
sentencia final no hace sino presentar a Dios como el justo juez que se opone a
esta actitud denigrante de los explotadores y opresores de todos los tiempos. Dios
no está a favor del pobre por su pobreza sin más, sino que está en contra de este
sistema que hace de los pobres los más vulnerables de la sociedad y exige una
coherencia de vida entre lo que rezamos y obramos. ¿Cómo podemos celebrar
festividades sagradas engañando y oprimiendo a los demás? ¿Cómo podemos ser
capaces de decir que creemos en Dios y cometemos fraude u ofrecemos lo peor a
los demás?
Encontramos en esta exhortación de Pablo a Timoteo algunos consejos de cómo
acompañar a la comunidad a él encomendada. En primer lugar, la importancia de la
vida de oración y en ella, dar un espacio al rezo por las autoridades y todos
aquellos que asuman alguna responsabilidad ante la sociedad conjugando así el
bienestar social con el espiritual. Se destaca la intención de Dios de querer salvar a
todos los hombres por lo que la oración nos lleva a coincidir con ese deseo. Una vez
más Pablo recuerda la centralidad de la fe, que está en Cristo encarnado, único
mediador entre Dios y los hombres. Pablo se siente llamado por este Cristo para ser
su heraldo y apóstol para todas las naciones, por lo que anima a que todos puedan
ser parte de esta alabanza al designio salvador de Dios, recomendando
encarecidamente a vivir la coherencia que invita en determinados momentos a
elevar las manos piadosas, las cuales tienen que estar apartadas de toda disensión
y disputa.
Lucas manifiesta en diversos momentos la preocupación por el peligro de las
riquezas. Es muy probable que la comunidad lucana haya empezado a tener entre
sus miembros a respetados miembros de la sociedad o a emergentes comerciantes,
quienes al aceptar la novedad del evangelio empiezan a relacionarse fraternalmente
con quienes vivían en pobreza lo que habría ocasionado ciertas dificultades de
socialización. El presente pasaje nos ubica a Jesús contando a sus discípulos la
parábola del administrador injusto que al verse descubierto por su mala
administración busca una salida para continuar sus andanzas ya fuera de la
administración de aquel hombre rico y justamente lo hace obrando astutamente
para su beneficio pero en detrimento de la de su anterior patrón. Tal proceder es
alabado por el hombre rico y es aquí donde se intenta introducir la enseñanza de la
historia. Obrar con astucia te puede llevar a salir del paso ante una dificultad pero
en realidad no permite ver que tenemos un horizonte que está mucho más allá que
cualquier engaño que podamos realizar en la tierra. Actuar con coherencia y
equidad te hace un hombre honrado y respetable y se te confiará más. Más el
desorden y la malversación aún pudiendo ser escondidos, en algún momento tales
realidades puedan salir a la luz condenándote a ser considerado un hombre falto de
honor y poco apreciado. Es obvio, que ante lo presentado hay una inquietud latente
y es que a pesar de ser conscientes de tales consecuencias, “los hijos de este
tiempo son más astutos que los hijos de la luz”. Esto es verdad, pues nos sorprende
cómo estos hombres dado a las malas costumbres son tan osados sabiendo el
riesgo que llevan, mientras que a nosotros los cristianos nos cuesta volcar todo
nuestro interés a las cosas de Dios. La sentencia final ofrece la intención del autor
con esta historia. Así como no se puede actuar con doblez, tampoco podemos abrir
nuestro corazón a dos señores, porque de forma inevitable nos inclinaremos por
uno. Parece que optamos más por lo fácil que es apreciar las riquezas y las cosas
terrenales dejando de lado a Dios y su exigencia de vivir en la verdad y en el amor.
No podemos actuar con doblez y movidos por engaños. La exigencia de la
coherencia se nos propone como elemento a reflexionar en este domingo. Ya
venimos escuchando muchas veces que tenemos que demostrar en nuestros actos
cotidianos que creemos en Dios. La vida de oración tiene que ofrecer su correlato
en nuestro trabajo, en nuestras decisiones, en nuestro obrar. La enseñanza
cristiana nos impone el deber de ser cristianos en todo momento y en los
diversos ámbitos de la vida pública. No podemos estar ajeno a ello. Por eso es
importante tomar decisiones importantes y ver que estas están sostenidas desde
nuestra fe cristiana. Apliquemos nuestra astucia y prudencia hacia el bien, que
podamos demostrar que siendo hijos de la luz también somos capaces de devolver
la dignidad del ser humano denunciando las injusticias y la opresión, rogando a
Dios por nuestras autoridades que muchas veces se encuentran expuestos a la
doblez, al engaño y a la preocupación por las cosas terrenales cuidando sus
intereses y no de los demás, y finalmente tomemos conciencia de la gran capacidad
que tenemos de hacer grandes cosas para Dios y para los demás.
No alabemos la maldad, no aplaudamos el egoísmo y la avaricia, seamos
consecuentes con nuestra naturaleza de hijos de la luz que solo tienen un único
Señor Jesucristo. Estemos atentos porque la explotación y la injusticia son signos
latentes de una clara opción por el dinero y las riquezas en lugar de Dios y nuestro
Dios no olvida, es un Dios justo, que defiende a quien se siente aplastado ante este
sistema contrario a la dignidad del hombre. Hagamos nuestras las verdades
expresadas por el salmista donde Dios “levanta del polvo al desvalido, alza de la
basura a los pobres, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo”.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)