XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
No se puede servir a Dios y al dinero
BUENOS ADMINISTRADORES
Dijo Jesús a sus discípulos: El que es digno de confianza en cosas de poca
importancia, será digno de confianza también en las importantes; y el que
no es honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas
grandes. Por lo tanto, si ustedes no son dignos de confianza en manejar el
sucio dinero, ¿quién les va a confiar los bienes verdaderos? Y si no se han
mostrado dignos de confianza con cosas ajenas, ¿quién les confiará los
bienes que son realmente suyos? Ningún siervo puede servir a dos
señores, porque necesariamente rechazará a uno y amará al otro, o bien
será fiel a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir al mismo
tiempo a Dios y al dinero. Lucas 16, 10-13
Los bienes materiales: dinero, posesiones, carrera, puesto de trabajo, cualidades,
capacidades, familia, salud… son bienes mínimos frente a los bienes eternos.
Se dice que con dinero se puede comprar todo. ¡Pues no es cierto! Con dinero se
puede comprar una casa, pero no el calor de un hogar; un placer, pero no el amor;
una compañía, pero no una amistad; un libro, pero no la sabiduría; una droga, pero
no la paz; la comida, pero no la vida; un reloj, pero no el tiempo; una golosina,
pero no el aire que respiramos; una luz, pero no el sol; una imagen, pero no la fe;
una tumba en el cementerio, pero no un puesto en el cielo; un amuleto o un ídolo,
pero no al Dios vivo y verdadero.
Los más grandes bienes y la verdadera felicidad no se compran con dinero. Y Dios
nos regala cada día eso que no podemos comprar, y que tal vez ni se lo
agradecemos, olvidando que agradecer y compartir es la mejor manera de que Dios
nos dé el ciento por uno en esta vida y luego la vida eterna.
El dinero se convierte en ídolo sucio y destructor cuando se busca por sí mismo y
para sí mismo, excluyendo a otros -personas y pueblos- en la pobreza y el hambre.
San Juan Bosco decía: “Quien nada en la abundancia, pronto se olvida de Dios”. Es
hipócrita el rico que se cree religioso porque se inclina ante Dios, pero no se inclina
ni abre el corazón ante el sufrimiento de los hijos de Dios y hermanos suyos.
“Quien tiene mucho, es rico; quien necesita poco, es más rico; quien comparte, es
el más rico”. Nacimos para compartir, para ser felices haciendo felices a los demás,
compartiendo con los ellos incluso sus sufrimientos y los nuestros.
La felicidad que se pretende encontrar en el lujo y en la abundancia, sólo se
consigue en el compartir. Se perderá todo lo que se haya disfrutado por puro
egoísmo.
Que Dios nos conceda la bendición de servirle a Él, poniendo el dinero y otros dones
suyos al servicio del bien, de la vida y de la felicidad ajena, para así conquistar la
felicidad temporal y eterna.
Padre Jesús Álvarez, ssp