CICLO C
TIEMPO ORDINARIO
XIII DOMINGO
“Toda la ley se concentra en esta frase: amarás al prójimo como a ti mismo”. Para
esto Cristo nos ha liberado: para que “seamos esclavos unos de otros por amor”.
Libres, para que no seamos esclavos ni de nosotros mismos. El Señor nos ha
liberado para vivir la libertad de los hijos de Dios. Nuestra vocación es la libertad,
que no es arbitrariedad. No sólo somos “libres de”, para desentendernos. Somos
principalmente “libres para” comprometernos, libres para el bien.
Libres para seguir a Cristo, dejando todo lo que nos impida vivir las realidades de
nuestra vida de acuerdo con el Evangelio del Señor: la familia, el trabajo, la salud o
la enfermedad, la juventud o la ancianidad. Toda su vida ha de vivirla el cristiano
tal como Cristo quiere: así encontrará la verdadera libertad, pues Él es el camino,
la verdad y la vida. Hijos de Dios, hijos de la luz, podemos “vivir fuera de las
tinieblas del error y permanecer en el esplendor de la verdad” (oración colecta). Si
nos dejamos guiar por el Espíritu de Dios (segunda lectura), que es el Espíritu de la
verdad, podemos llegar a la verdad completa y a vivir en plenitud la libertad de los
hijos de Dios.
Esta libertad llega a ser esclavitud en el verdadero amor, al renunciar incluso a
nosotros mismos, entregándonos a los demás. Como Cristo, que dio hasta su vida
por los demás. Somos libres para seguir a Cristo “en la entrega de sí hasta el
sacrificio de la cruz. Puede parecer una paradoja, pero el Señor vivió el culmen de
su libertad en la cruz, como cumbre del amor” (Benedicto XVI).
Amarás a tu prójimo como a ti mismo; o mejor, como Cristo nos ha amado. Recibir
en la comunión al Señor muerto y resucitado nos une a Cristo, que por amor se
entregó a la muerte. Esta unión en el amor hará que demos frutos de buenas
obras, que siempre permanezcan (oración de la comunión).
MARIANO ESTEBAN CARO