XXVI Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Zac. 8,20-23: Vendrán pueblos incontables al Señor de Jerusalén.
b.- Lc. 9, 51-56: Tomó la decisión de ir a Jerusalén.
Este evangelio marca un hito en la vida de Cristo, y de los discípulos: ha concluido
la tarea evangelizadora en Galilea, ahora sube a Jerusalén a sufrir la pasión,
muerte, resurrección y ascensión gloriosa a los cielos. Ha terminado el tiempo de
los signos y milagros, de palabras y mensaje de amor; ahora corresponde el
compromiso con la vida verdadera que debe conquistar para los suyos. Sube a
Jerusalén, sube al Padre, no sólo, sino con los que crean en ÉL. Desde ahora Lucas,
traza el camino de Jesucristo que asciende al Padre (cfr. Hch. 1, 2; 11,22). En
pobreza y desvalimiento frente a la muerte ya cercana, Jesús va a culminar su obra
redentora, camino del Padre, con lo cual queda señalada la vía que deberán
recorrer los apóstoles. Subirán al cielo con Cristo, sólo si arriesgan la vida, si
comparten sus sufrimientos y si asumen su misión; solo así podrán conquistar lo
nuevo. Lucas insiste en poner al discípulo sobre la misma vía de Jesucristo, sus
trabajos, sufrimientos y misión evangelizadora, que más tarde darán sentido al
discipulado, el sufrimiento que hay en la vida, la esperanza, la pobreza y el amor al
prójimo. El cristiano también debe subir a Jerusalén, a morir con Cristo al final de
su vida. Los discípulos van en camino, pero necesitan aprender a padecer con ÉL el
rechazo, por ejemplo de los samaritanos, como parte del auténtico seguimiento de
Cristo. No los quieren recibir por dirigirse a Jerusalén, recordemos la enemistad
histórica entre judíos y samaritanos, pero los discípulos, Santiago y Juan,
demuestran que caminan con Jesús, pero no lo comprenden, porque piden fuego
del cielo, es decir, quieren usar el poder de Dios, para vengarse contra los
samaritanos, sus enemigos. Pedir fuego del cielo, lo encontramos en Elías (cfr.1
Re. 18, 30-39; Eclo. 48, 3), y se asocia al poder judicial y bautismo con que
Jesucristo bautizará a los hombres (cfr. Lc. 3, 16). Con esto se quiere enseñar que
Jesús, destruye con fuego al mundo viejo del pecado y crea todo nuevo en el
Espíritu Santo. Juan y Santiago quieren purificar al mundo con el fuego del juicio de
Dios, para defender sus propias pretensiones, queriendo que la decisión
escatológica de Dios, condene a los samaritanos. Esta es una realidad que persiste
en muchos cristianos, que frente al mal del mundo, y la perversión de las
costumbres, imploran fuego del cielo para quienes comenten esos errores en
nuestra sociedad. Como los discípulos, esos cristianos todavía no comprenden que
el camino de Jesús es otro: asumir el dolor y sufrimiento personal, y social en
forma salvadora, y no hacer sufrir a los demás con las penas del infierno; se trata
de transformar por la cruz de Cristo el dolor, de malo, en un servicio redentor. En el
fuego arderán los que rechazan a Cristo y su evangelio, en cambio, el único fuego
que nos interesa que nos consuma, es del amor de Dios y al prójimo, que el Espíritu
derrama en nuestras almas para serviles como hizo Jesús.
Teresa de Jesús quiere en todo momento estar con Jesús, acompañarle en su
pasión, muerte y resurrección, teniendo muy claro, por quien sufrió tanto dolores.
“Si estáis con trabajos, o triste, miradle camino del Huerto…o miradle atado a la
columna…o miradle cargado con la Cruz” (CV 26,5).