XXVI Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Jueves
Lecturas bíblicas
a.- Neh. 8,1-12: Esdras abrió el libro de la ley.
b.- Lc. 10, 1-12: Misión de los setenta y dos discípulos.
Este evangelio nos habla de la misión confiada por Cristo Jesús a Setenta y dos
discípulos. Con el envío de los Setenta y dos, como el de los Doce, Jesús nos
enseña que su misión está abierta para quien quiera participar en ella. El número
setenta representa a la naciones de la que habla la Escritura, y por ello Jesús llama
a toda la humanidad (cfr. Gn.10). La mies es mucha, pero los trabajadores son
pocos, porque son pocos, los que se deciden por Cristo, su evangelio, su Iglesia; los
Setenta y dos, número de plenitud, representa a todos los evangelizadores que
vendrán a trabajar en la Viña del Señor, que es la Iglesia. Por ahora los discípulos
van a Palestina, de dos en dos, van delante del Señor, preparan su llegada; los
límites desaparecerán luego de la Ascensión de Jesús a los cielos (cfr. Dt.19, 15;
Mt.18,16). ¿Cuáles son las características de esta misión? Lo primero, es que el
reino de Dios ha llegado con Cristo Jesús; la misión se entiende como enviados por
Jesús, el poder de Dios les acompañará; es el reino que genera misioneros que lo
anuncien a los hombres. Un segundo aspecto es que Jesús les advierte que los
envía, como ovejas en medio de lobos, es decir, encontrarán gente que rechace el
mensaje y al mensajero, por lo tanto, deberán sacudir el polvo de sus pies, sin
dejar de anunciarles que “el reino de Dios está cerca” (v. 11). Van sin
aprovisionamiento y toda defensa humana, confiados como Israel, que su Pastor los
cuida y salva. Jesús envía a los Setenta y dos discípulos como pobres, son el nuevo
núcleo de Israel, la pobreza es necesaria para ingresar en el reino de Dios y los que
lo anuncian deben vivirla (cfr.Mt.5, 3s; Lc.6, 20). No saludar por el camino viene a
significar, no dejarse distraer de la misión (cfr. Hch. 8, 30). El método de misionar
es ir de casa en casa, con el saludo y el don de la paz (cfr. Hch.10, 36). La paz se
posa sobre quien la recibe, ha sido elegido para la salvación, el saludo produce lo
que expresan como el espíritu que comunicó Moisés a los setenta ancianos (cfr.
Núm.11, 26; 2 Re.2, 15; Is. 45,23). A estos dones dados por el misionero,
corresponderá la hospitalidad de los beneficiados, cuidando los discípulos de no
cambiar de casa buscando bienestar, comer lo que les presenten, sanar a los
enfermos y a todos anunciar la llegada del reino de Dios (cfr.1 Tim.5,18;
1Cor.9,11; 10,27; Hch.15). Ante la ciudad que los rechacen, hasta el polvo de sus
pies sacudirán, como signo de rompimiento de ellos con Israel, porque al anuncio
del juicio, le sigue el Juicio, si se cierra al anuncio, atrae sobre sí la condenación,
sino se arrepiente y se convierte. Mientras ellos alcanzarán la palma de la victoria
por su fidelidad a Cristo y su anuncio del evangelio, esos fracasarán en el negocio
más importante de la vida: la salvación eterna.
Teresa de Jesús, quiso la paz que el Señor le regaló por medio de la contemplación
y el compromiso con su vida religiosa. “¡Oh Jesús, y quién supiera las muchas cosas
de la Escritura que debe haber para dar a entender esta paz del alma! ¡Dios mío,
pues veis lo que nos importa, haced que quieran los cristianos buscarla, y a los que
la habéis dado no se la quitéis por vuestra misericordia; que, en fin, hasta que le
deis la verdadera y la llevéis adonde no se puede acabar, siempre se ha de vivir con
temor! Digo «la verdadera», no porque entienda ésta no lo es, sino porque se
podría tornar la guerra primera si nosotros nos apartásemos de Dios” (7M 3,13).