XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Pautas para la homilía
“El justo vivirá por la fe”
En el marco comunitario de la fraternidad
El evangelio de hoy es continuación del pasaje lucano sobre los escándalos (17, 1-
4), contexto en el que se enmarca el sentido del mismo. Presupone un claro marco
comunitario, pues quien escandaliza provoca la caída de otro. De ahí la prevención
y cuidado con los escándalos, mayormente con los “peque￱os”, sin duda los más
débiles y afectados en la fe dentro de la comunidad cristiana. ¡Ay sobre todo si
quienes escandalizan son los constituidos en autoridad!
El evangelista es consciente de que los escándalos son inevitables dada la endeble
condición humana y que, por lo mismo, afectan también a la vida de la comunidad
cristiana. De ahí que haga una llamada a la responsabilidad personal: “tened
cuidado con vosotros mismos”, al mismo tiempo que reclama la reintegraci￳n del
pecador arrepentido mediante la práctica de la corrección fraterna. Una doble
exhortación que radica en la convicción irrenunciable de todo cristiano: no pueden
existir límites ni fronteras para el perdón allí donde brota el arrepentimiento.
El poder omnímodo de la fe
Solo desde la fe, que nos sumerge en el ámbito de Dios, es posible embarcarse en
semejante empresa, pues para Dios nada hay imposible. La fe, aunque sea como
un grano de mostaza, puede remover montañas. Los discípulos, representados
ahora por los apóstoles, reconocen la endeblez de su fe como responsables de las
comunidades a la hora de administrar con generosidad el perdón entre sus
hermanos. ¿Es posible perdonar siempre? Inermes ante la magnitud de la tarea,
piden ayuda a Jesús. Saben por experiencia propia que la comprensión y el perdón
dentro del delicado entramado de las relaciones comunitarias solo es posible desde
una relación de plena confianza y comunión con Dios, fuente de toda bondad y
misericordia.
Con un lenguaje eclesial (apóstoles, Señor, servir, pastorear, comer y beber), Lucas
quiere llevar las palabras de Jesús al terreno práctico de la vida cotidiana de sus
comunidades. Si, a pesar de sus debilidades, Dios es el primero que ha confiado en
ellos como apóstoles, ¿qué otra puede ser su misión apostólica? Han de ser, por la
fe, testigos veraces del poder misericordioso de Dios administrando generosamente
el perdón a sus hermanos. Si basta un poco de fe para arrancar el árbol y plantarlo
en el mar, quiere decir que, a pesar de su pobre y debilitada fe, Dios les garantiza
el respaldo suficiente para ejercer con solvencia su misión apostólica.
Una fe viva y operante
Ahora bien, las palabras de Jesús gozaban de credibilidad, puesto que fue el
primero en ceñirse como un esclavo cualquiera para servir a la mesa: “¿Quién es
mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo
estoy en medio de vosotros como el que sirve” (Lc 22,27). Esta es la raz￳n
cristológica de fondo que sustenta el servicio evangélico en sus múltiples
ramificaciones y manifestaciones a lo largo de la historia del cristianismo.
La parábola del siervo, fiel reflejo costumbrista del medio en el que Jesús vivió, es
una invitación a confiar plenamente en las funciones serviciales que cada uno tiene
encomendadas. Más allá del modelo social en que se apoyan, estas palabras
adquieren pleno sentido y relevancia para quien ha volcado por la fe su confianza
en Dios. Se espera por consiguiente de todo cristiano, y con mayor razón de los
guías de la comunidad, que cumpla su tarea con celo y fidelidad sin esperar
felicitaci￳n o recompensa especial alguna: “Hemos hecho lo que teníamos que
hacer”.
Dios requiere de los suyos “la obediencia de la fe” (Rm 1,5), no entendida como
sumisión sino como adhesión libre y agradecida a su propuesta de salvación. Más
que como tarea, el creyente acoge su misión como una verdadera bendición de
Dios. Quien a Él obedece, aun en medio de las situaciones más adversas, se hará
respetar por sus hermanos en la fe. Sólo le queda implorar cada ma￱ana: “Se￱or,
aumenta mi fe”.
Fray
Juan
Huarte
Osácar
Convento de San Esteban (Salamanca)
Con permiso de: dominicos.org