SOLEMNIDAD DE SAN JOSÉ
Celebramos hoy la fiesta de San José, esposo de la Virgen María, padre de
Jesús, hombre justo.
José fue verdadero esposo de María de Nazaret. Dios lo llamó al matrimonio
con María de una forma totalmente especial: es el suyo un verdadero
matrimonio virginal. José y María recibieron la gracia de vivir juntos el don
de la virginidad y la gracia del matrimonio. El Espíritu Santo los guió hacia
una comunión esponsal vivida en la virginidad. Su matrimonio fue un
verdadero matrimonio. No una apariencia, para guardar las formas.
Asimismo, excluida la generación física, José fue verdadero padre de Jesús.
El Hijo eterno de Dios se hace hombre en el seno de María sin intervención
de var￳n. “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús…y María dijo al ángel: ¿C￳mo será eso, pues no conozco
var￳n? El ángel le contest￳: El Espíritu Santo vendrá sobre ti…” (Lc 1, 31-
35).
Dios Padre encomendó a San José la custodia y el cuidado de su Hijo
eterno, el Verbo hecho carne. Educar es de alguna forma engendrar. La
educación va encaminada hacia la madurez y el crecimiento integral del
hijo: Jesús fue verdadero bebé, niño, adolescente, joven. “Jesús iba
creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los
hombres” (Lc 2, 52). Sin haber engendrado a Jesús, San José fue su
verdadero padre: en cuanto a la educación –incluso profesional- , la
alimentación y los sacrificios que se hacen por los hijos, en todas las
funciones de un padre.
Dios quiso hacerse hombre y que su Hijo creciera y naciera en el seno de
una familia humana, bajo la fiel custodia del patriarca San José, que ejerció
la autoridad familiar en una actitud de generoso servicio. El Carpintero de
Nazaret tuvo que proveer a las necesidades familiares con el duro trabajo
manual y con el sudor de su frente. Decía Juan Pablo II en su Exhortación
apost￳lica sobre San José: “Junto con la asunci￳n de la humanidad, en
Cristo está también asumido todo lo que es humano, en particular la
familia, como primera dimensión de la existencia en la tierra. En este
contexto está también asumida la paternidad humana de José” (21).
El Evangelio define a San José como “hombre justo”. Esta palabra evoca
moralidad intachable, sincero cumplimiento de la ley y fidelidad a la volunta
de Dios. Un hombre bueno. José siempre se dejó guiar por el Señor. Sin
decir nada. Una vez recibida la misión divina, él la cumple en silencio.
Siempre dispuesto a realizar los planes de Dios.
Hombre de fe como Abrahán. Sacrificado y fiel, creyó contra toda esperanza
que María su mujer iba a ser madre por obra de la gracia de Dios. “Antes de
vivir juntos, result￳ que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo”.
José su esposo decide repudiarla en secreto, pero el ángel del Señor le dijo:
José “no temas acoger a María tu mujer, porque la criatura que hay en ella
viene del Espíritu Santo”. Cuando se despert￳, José “hizo lo que le había
mandado el ángel del Se￱or y acogi￳ a su mujer” (Mt 1, 18-25). Hombre del
silencio, nunca pide explicaciones. En la sencillez de la vida diaria, mantuvo
una fe sólida en la divina Providencia.
Hermosas palabras sobre San José pronunció el Papa Francisco en la
homilía de inicio de su pontificado: “¿C￳mo ejerce José esta custodia? Con
discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y
una fidelidad total, aun cuando no comprende…Está junto a María, su
esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los
difíciles…¿C￳mo vive José su vocaci￳n como custodio de María, de Jesús, de
la Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible
a su proyecto, y no tanto al propio”.
MARIANO ESTEBAN CARO