XXVII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Jon. 4,1-11: Despecho del profeta y respuesta divina.
b.- Lc. 11,1-4: Padre, santificado sea tu nombre.
Este evangelio nos habla de la oración del cristiano. Jesús ora en soledad, en el
monte, aparte de sus discípulos (cfr. Lc.6,12; 5,16; 9,28.29; Mc. 1,35; 16,46;
Mt.6,9-13; 14,23). La palabra de Jesús abría horizontes nuevos, por ello, ¿no debía
transformase, además, la forma de relacionarse con Dios? La oración es expresión
de fe y esperanza. La oración comienza con una invocación: Padre, abba. Así
hablaba Jesús a Dios, abre su relación con Dios para todos. La salvación trae este
nuevo de relacionarse con Dios (cfr. Jr. 3,19). Santificado sea tu nombre. La
petición es un ruego, Dios se santifica cuando se revela, se manifiesta como el
completamente Otro: “Pero yo he tenido consideración a mi santo nombre que la
casa de Israel profanó entre las naciones adonde había ido. Por eso, di a la casa de
Israel: Así dice el Señor Yahveh: No hago esto por consideración a vosotros, casa
de Israel, sino por mi santo nombre, que vosotros habéis profanado entre las
naciones adonde fuisteis. Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las
naciones, profanado allí por vosotros. Y las naciones sabrán que yo soy Yahveh -
oráculo del Señor Yahveh - cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi
santidad a la vista de ellos” (Ez.36, 21-23). Dios se santifica cuando revela su
misericordia y su amor de Padre a los pequeños, cuando el reino se hace presente
entre los hombres. Venga tu reino, verdadero centro de la predicación de Jesús, su
reino es su señorío, que cuando se posesione de él, será vencido Satanás, y habrá
comenzado el tiempo de salvación, que ya alborea con Jesús(cfr.Lc.4,19; 10,23; 1
Cor.16,22). Danos cada día nuestro pan cotidiano. El pan simboliza todo lo que
necesitamos en esta vida, lo pedimos, porque es un don de Dios. Pide el para sí y
para todos, ora en la amplitud de los hijos de Dios. El discípulo pie el pan de cada
día, lo justo y necesario, cada día el hijo, le confiesa al Padre su necesidad, por lo
tanto, debe orar incesantemente (cfr. Lc.18, 1). Perdona nuestros pecados. El
discípulo se sabe un pecador, un siervo inútil así lo haya hecho todo, con toda
humildad confesará: Ten misericordia de mí (Lc.18,13; cfr. Lc.17,10;Sal.51,6). De
ahí que sólo pueda ser perdonado por Dios, porque ha llegado la salvación,
proclamada por Jesús, con confianza se puede hacer esta petición. Es precisamente
Lucas, el que más destaca el gozo de Dios en perdonar al pecador. La voluntad de
perdonar al hermano,, espera confiado el perdón de Dios (cfr. Lc.6,36-37). No nos
dejes caer en tentación. La tentación es amenaza contra la fe, peligra apostasía. La
petición nace de la experiencia de la propia debilidad y de la prepotencia del mal
(cfr. Lc.8,13). El reino de Dios genera esta gran transformación para la vida del
discípulo desde que Dios es Padre para nosotros.
Teresa de Jesús nos invita a sumergirnos en la oración de Jesús al Padre, para
comprender la hondura de la oración que nos dejó para dirigirnos a ÉL y descubrir
nuestra condición de hijos. “¿Cómo nos dáis en nombre de vuestro Padre todo lo
que se puede dar, pues queréis que nos tenga por hijos?... pues en siendo Padre
nos ha de sufrir… hanos de sustentar como lo ha de hacer un tal Padre” (CV 27,2).