CICLO C
TIEMPO DE CUARESMA
I DOMINGO
Con la imposición de la ceniza comenzaba la cuaresma. Tiempo para concienciarnos
de nuestra pobre realidad, de la presencia del mal y del pecado en nuestra vida.
Tiempo de de especial renovación espiritual que prepara para la celebración anual
de la Pascua, como entrenamiento intensivo en nuestro camino hacia la Pascua que
no acaba (prefacio).
Nadie está convertido del todo: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”,
dice el Señor (Jn 8,7). Todos pecamos. La Cuaresma es tiempo de conversión y de
cambio a mejor. Las raíces del mal siguen en nuestro ser y en nuestra vida. Hemos
de mantenernos en tensión para luchar contra el mal y el pecado.
“Convertirse” significa seguir fielmente a Jesús. Que su Evangelio sea la guía
concreta de nuestra vida; dejarnos transformar por Dios. Conversión para no
cerrarnos en nosotros mismos, en nuestro egoísmo, haciendo espacio a Dios en
nuestra vida, abriéndonos a su amor y al amor a los hermanos. “Convertirse
significa no encerrarse en la búsqueda del propio éxito, del propio prestigio, de la
propia posición, sino hacer que cada día, en las pequeñas cosas, la verdad, la fe en
Dios y el amor se transformen en la cosa más importante” (Benedicto XVI).
El Espíritu fue llevando a Jesús “por el desierto, mientras era tentado por el diablo”
(Evangelio). Es el desierto lugar de silencio y soledad, donde el hombre no tiene
los apoyos básicos de la existencia. El desierto también es lugar de muerte: donde
no hay agua no hay vida.
El Evangelio nos presenta hoy tres tentaciones básicas: el deseo de tener y
acumular bienes materiales, el deseo de éxito y de dominio sobre los demás y el
deseo de utilizar y comprar a Dios. En el fondo se busca apartar a Dios de nuestra
vida. Pasar de Él como de algo inútil para nuestra existencia real. Vivir como si Dios
no existiera. Y ser dios nosotros mismos. Éste fue el pecado originario-original de
Adán y Eva, que es congénito a todo ser humano que viene a este mundo.
“¿Cuál es el núcleo de las tres tentaciones que sufre Jesús? Es la propuesta de
instrumentalizar a Dios, de utilizarle para los propios intereses, para la propia gloria
y el propio éxito. Y por lo tanto, en sustancia, de ponerse uno mismo en el lugar de
Dios, suprimiéndole de la propia existencia y haciéndole parecer superfluo”
(Benedicto XVI).
La respuesta de Jesús a las tentaciones pone de manifiesto que a los criterios
humanos Cristo antepone el único criterio auténtico: la obediencia a la voluntad de
Dios.
No sólo de pan vive el hombre: no sólo hay que interesarse por lo material. El ser
humano es mucho más que un puñado de cenizas. Dios, que dura para siempre, sí
que es todo para nosotros.
Únicamente a Dios hemos de servir y adorar: amarle con todo nuestro ser, sobre
todas las cosas. No podemos poner nada por encima de Dios. No adorar al poder,
sino sólo a Dios, a la verdad, al amor. No es el poder mundano lo que salva al
mundo, sino el poder del amor.
No tentarás al Señor tu Dios: no podemos poner a prueba a Dios ni utilizarlo. Ni
intentar comprar a Dios, que es amor gratuito. La verdadera actitud ante nuestro
Dios es el amor y la fe. No debemos hacer de Dios objeto de nuestros experimentos
y ocurrencias. Ni le podemos imponer nuestras condiciones: es el Señor de todo.
La cuaresma es buena ocasión para hacer una sincera revisión de nuestra vida. Y
poner en orden nuestra relación con Dios y con los demás. Buena ocasión –tiempo
de gracia y salvación- para el sacramento de la confesión, signo eficaz del perdón
de Dios y de reconciliación con Él.
MARIANO ESTEBAN CARO