“Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza”
Lc 17, 3-10
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. SI TU HERMANO TE OFENDE, TRATA DE CORREGIRLO; Y SI SE
ARREPIENTE, PERDÓNALO.
Jesús, enseña el tratamiento que debemos dar al pecado y al pecador. Él nos ha
explicado que no es posible evitar las ocasiones de pecado y lo hace porque
reconoce la debilidad de los hombres, y que de cara al mal somos a veces timoratos
frente a los que nos invitan a salirnos del Reino y nos dejamos llevar. Es cierto que
aquel que puede dejarse provocar por el mal es alguien falto de ánimo o de valor
para soportar las desgracias o para intentar cosas grandes, en otras palabras es
pusilánime. Sin embargo, el que tiene grandeza de alma, vea lo que viere y
ocúrrale lo que le ocurra, no se aparta de la fe.
El escándalo, es decir crear ocasiones de pecado, supone una ofensa a nuestros
hermanos, y esa ofensa debe ser perdonada. Siempre que podamos y sin caer en
falta o pecar, debemos evitar el escándalo de nuestro prójimo. Así es como Jesús
dice; Si tu hermano te ofende, trata de corregirlo; y si se arrepiente, perdónalo.
2. REPRENDER Y PERDONAR
Jesús nos pide tener en cuenta dos cosas, reprender y perdonar. La primera se
refiere a corregir o regañar desaprobando la conducta del pecador. La segunda
establece que debe tenerse en cuenta que no manda perdonar igualmente a todo el
que peca, sino al que se arrepiente.
Cristo nos invita a no hacer difícil el perdón, pero al mismo tiempo nos es total la
indulgencia, hay que tener arrepentimiento. Al decirnos trata de corregirlo, nos pide
además que la corrección no deba ser tan rígida como para desanimar al que ha
caído en falta, pero si ser claro en qué se debe motivar a dejar de pecar. Evangelio
de San Mateo dice; "Corrígele estando a solas tú y él", (Mt 18,15), esto porque se
aprovecha más la corrección amiga que la acusación violenta. En otras palabras no
seamos tan drásticos con el hermano que es amonestado, porque es bueno
efectivamente, que el que es corregido nos crea más bien amigo que enemigo. Esta
prudencia, mejora la recepción de los consejos.
“Y si te ofende siete veces al día, y siete veces viene a ti para decirte que
se arrepiente, perdónalo. ” Es decir, el perdón que se exige al cristiano, no es
una sola vez, sino siempre; lo que se expresa con el número siete — “siete veces”
— número de universalidad, porque para Jesús el perdón no tiene límites y no
considera las secuencias que pueda tener, entonces acepta que el pecador venga a
Él y en especial al que muestra el arrepentimiento.
3. AUMÉNTANOS LA FE.
Los apóstoles dijeron entonces al Señor: “Auméntanos la fe”. El Señor les
contestó: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y
dijeran a esa morera que está ahí: "Arráncate de raíz y plántate en el mar",
ella les obedecería” .
Esta parte del relato no tiene relación con lo anterior. Son sentencias reunidas
compuestamente. Aparecen también en Mt y Mc en otro contexto. Una vez a
propósito de no haber podido los apóstoles expulsar un demonio (Mt), y otra a
propósito de la “maldición de la higuera” (Mt-Mc). El de Mt es el más lógico. La
respuesta es a los apóstoles, que le ruegan, en un contexto absoluto, que les
aumente la fe. Esta fe no es la “teológica,” sino la “confianza” en el poder y bondad
de Dios para realizar algo.
Los apóstoles pedían “Auméntanos la fe” para sí, porque por ella creían en lo
que no veían y Jesús hace mención de la mostaza, porque su semilla, aún cuando
es pequeña, es la más fecunda de todas. Da a conocer, por tanto, que un poco de
su fe puede mucho. Jesús, compara la fe perfecta en el grano de mostaza porque
en su aspecto es humilde, pero ardiente en lo interior.
La fe vence todos los obstáculos, supera todas las dificultades y contratiempos,
pero es importante destacar, que la fe no es otra cosa que la adhesión a la Persona
de Jesús, aceptarlo plenamente a Él, y el modo de vida que él nos enseña.
4. NOSOTROS SOMOS COLABORADORES DE DIOS
Jesús nos pone luego una comparación, “Supongamos que uno de ustedes
tiene un servidor para arar o cuidar el ganado”. Sólo Lucas trae esta parábola
y se refiere, manifiestamente, a los apóstoles, y se relaciona con el pasaje anterior,
por razón de esta humildad que ha de tenerse, incluso si los discípulos de Jesús por
su fe, hacen milagros.
La imagen está tomada de la vida real de la palestina de aquel tiempo. Un dueño
tiene un siervo, un esclavo a su servicio. Lo tiene trabajando primero en el campo;
al terminar estas faenas, el siervo, que en aquella concepción de servidumbre o
esclavitud no se le considera con derechos, sino con los deberes de servir y
obedecer a su amo, deberá continuar prestando servicios: servirle a la mesa, y no
pensar que el dueño se va a poner a servirle a él.
De esta vida de un mundo social duro saca Jesús la lección para sus apóstoles en el
servicio de su misión. Que no piensen en ventajas ni provechos; que no se
enorgullezcan, incluso si hacen milagros: sólo hicieron lo que tenían que hacer (Lc
10:20). La frase “somos siervos inútiles” no ha de apurársela demasiado. Es un
modo ordinario de reconocer que, en este orden espiritual de apostolado, de suyo
no se es nada: todo es don de Dios, como nos dice san Pablo en 1 Cor 3:4-6, que
uno puede ser el que plante, otro el que riegue, pero el que da el crecimiento es
Dios, así que, ni el que planta es algo, ni el que riega; sino Dios, quien da el
crecimiento. El que planta y el que riega son una misma cosa, pero cada uno
Recibirá su recompensa conforme a su propia labor. Porque nosotros somos
colaboradores de Dios, y vosotros sois huerto de Dios, edificio de Dios.
5. NO VINO PARA SER SERVIDO, SINO PARA SERVIR
En una ocasión dijo Jesús: “El Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino
para servir y dar su vida en rescate por una multitud” Mt 20-20-28. Jesús nos da en
esta frase una gran lección de humildad y también nos dice; “El que quiera ser
grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se
haga su esclavo”. Esto para que sus discípulos no descansen en la idea que ya se
ha hecho suficiente, es decir que se tiente en decir ya hice mi parte y que los
demás ahora hagan la suya. Una frase del Papa Pio XII dice; tengo más temor del
cansancio de los buenos, que a la misma actividad de los malos.
Muchas veces nos encontramos con personas de gran espíritu de servicio, son estas
abnegadas y muy generosas, que nunca piensan en sí mismas, sin embargo,
manifiesta con gran pena “si no fuera por mí, nada se haría, soy la única que hace
algo, pero eso es manifestación de soberbia, como también el soberbio es
autosuficiente, porque él cree que se basta a sí mismo, que no necesita a nadie, ni
de Dios ni de los demás. Además goza de gran autocomplacencia al sentirse muy
satisfecho de sí mismo, entonces se gloria de sí mismo, el solo se auto alaba y se
complace de todo.
6. NO SOMOS MÁS QUE SIERVOS, SÓLO HEMOS HECHO LO QUE
TENÍAMOS QUÉ HACER.
No somos libres de hacer lo que se nos dé la gana, vivimos en un cierto orden y
tenemos obligaciones que no podemos dejar de cumplir. Nuestro deber es hacer el
bien y esperamos que todo el mundo haga lo mismo, como del mismo modo
nuestra obligación es evitar hacer el mal, y deseamos que todos hagan lo mismo.
Entonces si hacemos el bien y si los demás también lo hacen, no estamos haciendo
otra cosa, que lo que nos corresponde, y estamos actuando fielmente y dentro de
nuestra obligación moral.
Y así es como el Señor nos ve: "Somos simples servidores, no hemos hecho
más que cumplir con nuestro deber". El buen siervo lo sabe, cuando el médico
recibe herido mortalmente a un herido y le salva la vida, hizo lo que tenía que
hacer, del mismo modo en la actividad que a cada uno nos corresponde forjar, con
el compromiso que sea de forma esmerada, apreciando con amor lo que Dios nos
ha puesto como tarea para hacer, de modo de sentir gozosamente la felicidad y la
satisfacción del deber cumplido.
7. LOS TRABAJOS DE ESTA VIDA NO SON MERECEDORES PARA
ALCANZAR LA GLORIA
Con esta imagen de la vida diaria, Jesús nos llama a considerar en nosotros una
actitud de profunda humildad, de sumisión, de fidelidad, de desprendimiento de
uno mismo, de no tener pretensiones; sólo así podrá hacer espacio el discípulo a la
omnipotencia del Señor. Es por tanto preciso que el discípulo se acepte como
pequeño, indigente, siempre insuficiente ante la gran tarea que Dios le confía.
Jesús nos invita a que no nos creamos que somos los únicos e importantes o
indispensables en el Reino. En efecto, no cuentan sólo las obras que nosotros
podamos hacer, y esto lo hace para que no nos transformemos en personas
presuntuosas, orgullosas y vanidosas. Los trabajos de esta vida no son
merecedores para alcanzar la gloria (Rm 8,18) Así la perfección de la fe en los
hombres consiste en reconocerse siervos inútiles e imperfectos después de cumplir
todos lo que debíamos hacer.
El camino a seguir es el amor humilde, el servicio silencioso a los hermanos, hacer
cuanto sea necesario por los demás sin sentirnos por ello bienhechores de la
humanidad.
El Señor nos Bendiga
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant