XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
La Iglesia está abierta a todos
La palabra “Iglesia” es una de las palabras que gana un record de las que aparecen
en los Medios de Comunicación en estos últimos tiempos…No siempre expresando
su auténtico sentido. Y el ser y misión de la Iglesia real y verdadera sigue siendo
desfigurado. Nuestro Papa Francisco ha comenzado el tema Iglesia en su catequesis
semanal. Pienso que nada más oportuno que transcribirles una síntesis para servir
de base sólida a ulteriores homilías aclarando el tema para no creyentes y para no
pocos católicos .
La santidad de la Iglesia fue el tema elegido por el papa Francisco para la
catequesis de la audiencia general de los miércoles, que tuvo lugar en la Plaza de
San Pedro y contó con la presencia de más de 50.000 personas.
En el Credo, después de profesar que la Iglesia es “una”, dijo el Papa, “también
decimos que es “santa”; afirmamos la santidad de la Iglesia, una característica que
estuvo presente desde el principio en la conciencia de los primeros cristianos, que
se llamaban sencillamente 'los santos' porque tenían la certeza de que es la acción
de Dios, el Espíritu Santo que santifica la Iglesia”.
Pero, se preguntó, “¿Cómo podemos decir que la Iglesia es santa, si vemos que la
Iglesia histórica, en su camino durante los siglos, atravesó tantos momentos de
oscuridad? ¿Cómo puede ser santa una Iglesia hecha de seres humanos, de
pecadores, hombres pecadores, mujeres pecadoras, sacerdotes pecadores, monjas
pecadoras, obispos pecadores, cardenales pecadores, papas pecadores? Todos.
¿Cómo puede ser santa una Iglesia así?
La Iglesia es santa porque “procede de Dios que es santo, es fiel y no la abandona
nunca al poder de la muerte y del mal; es santa porque Jesucristo, el Santo de
Dios, se ha unido a ella indisolublemente; es santa porque la guía el Espíritu Santo
que la purifica, y la renueva. No es santa por nuestros méritos, sino porque Dios la
hace santa”.
“Podrán decirme: Pero la Iglesia está formada por pecadores; lo vemos todos los
días. Es verdad: somos una Iglesia de pecadores; y nosotros, los pecadores,
estamos llamados a dejarnos transformar por Dios”.
“En la historia de la Iglesia hubo la tentación por parte de algunos de afirmar: la
Iglesia es solo la Iglesia de los puros, de los que son totalmente coherentes, y a los
otros hay que alejarlos. ¡No es verdad! Esto es una herejía. La Iglesia, que es
santa, no rechaza a los pecadores: los recibe y está abierta también a los más
lejanos, llama a todos a dejarse envolver por la misericordia, la ternura y el perdón
del Padre que da a todos la posibilidad de encontrarlo, de caminar hacia la
santidad. ¿Alguno de los que está aquí ha venido sin sus pecados? No, todos
llevamos nuestros pecados con nosotros”.
En la Iglesia, el Dios que encontramos “no es un juez despiadado, es como el Padre
de la parábola evangélica. El Señor quiere que seamos parte de una Iglesia que
sabe abrir los brazos para recibir a todos, que no es la casa de unos pocos, sino de
todos, donde todos pueden ser renovados, transformados y santificados por su
amor; los más fuertes y los más débiles, los pecadores, los indiferentes, los que se
sienten abandonados y perdidos. La Iglesia brinda a todos la posibilidad de recorrer
el camino de la santidad que es el camino del cristiano”.
“No tengan miedo de la santidad -concluyó Francisco- de dejarse amar y purificar
por Dios. Dejemos que la santidad de Dios nos contagie. Cada cristiano está
llamado a la santidad; y la santidad no consiste, ante todo, en hacer cosas
extraordinarias, sino en dejar que Dios actúe. Es el encuentro de nuestra debilidad
con la fuerza de su gracia”. +
Miguel Esteban Hesayne – Obispo
mehm@fibertel.com.ar