Una fe servicial
Nuestra vida necesita de apoyos, de referencias, de relaciones. No somos seres a la
deriva ni en alta mar sin brújula. Tenemos origen, metas, horizontes. Pero más, somos
gentes que vivimos la pasión, la búsqueda, la inquietud. Hay fuego dentro. Anhelamos
darle sentido a nuestra existencia. Esto nos invita a buscar una roca en qué edificar,
construir nuestros sueños. La fe nos da ese fundamento.
El grito oracional de los ap￳stoles: “Se￱or, aumenta nuestra fe” hace eco a nuestra
debilidad. Creían. Más aún, tenían el argumento de su fe en cercanía experiencial. Pero
no lograban sustraerse a sus intereses, su ceguera les privaba de la luz, eran como
sordos en medio de la “música callada” del misterio. Nos puede pasar lo mismo.
Exigimos muchas pruebas cuando nos sobran las evidencias.
Habacuc siente arder su pasión frente al delito, al injusto. La fe se fundamenta en la
justicia. La justicia nos lleva al amor. Y el amor al servicio. Un servicio sin ínfulas de
salario, sin prebendas. Simplemente atendiendo a nuestros deberes. El cumplimiento del
deber es ya una respuesta a la fe en atención a aquel a quien se sirve.
Pablo nos invita a “revivir” el don recibido. La fe es un don. Pero necesita avivamiento,
entrenamiento, atizamiento. Hay que desafiarla, ponerla a prueba. Foguearla con la
duda, con la innovación. Recrearla. No hay que esconderla. Se muestra, se demuestra.
Lo que puede amordazarla es únicamente la cobardía o privatizarla. Necesitamos una fe
servicial, atenta a la más mínima insinuación que reclame el hermano o la hermana.
Cochabamba 06.10.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com