XXVII Domingo del Tiempo Ordinario/C
Si ustedes tuvieran fe
Las Lecturas de este Domingo contienen un llamado a la Fe, a una Fe viva… “capaz
de mover monta￱as”… o de mover árboles, como nos refiere el Evangelio de hoy.
Con este lenguaje, el Señor quiere indicarnos la fuerza que puede tener la Fe,
cuando es una Fe convencida y sincera, vivida y anunciada.
La Lumen Fidei nos enseña que «La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino
que ensancha la vida . Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y
asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos,
porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras
debilidades» (n. 53). Ciertamente, «la luz de la fe no disipa todas nuestras
tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto
basta para caminar» (n. 57).
Tener fe es encontrar ese “Tú”, Dios, que me sostiene y me concede la promesa de
un amor indestructible, que no solo aspira a la eternidad, sino que le da; es confiar
en Dios con la actitud del niño, el cual sabe que todas sus dificultades, todos sus
problemas están a salvo en el “tú” de la madre. Y esta posibilidad de salvaci￳n a
través de la fe es un don que Dios ofrece a todos los hombres.
El Dios de Nuestra fe es no es una presencia impalpable, una esencia en la niebla
que se extiende alrededor sin saber realmente lo que es. Dios es ‘Persona’
concreta , es un Padre, y por lo tanto la fe en Él nace de un encuentro vivo, de una
experiencia tangible.
Todos dicen que creen en Dios, ¿Pero en qué tipo de Dios creen? Quizá creen a
un ‘dios difuso, un dios-spray”, que está un poco en todas partes, pero que no se
sabe lo que es. Nosotros creemos en Dios que es Padre, que es Hijo, que es Espíritu
Santo. Creemos en las Personas, y cuando hablamos con Dios hablamos con
Personas: o hablamos con el Padre, con el Hijo o hablamos con el Espíritu Santo. Y
ésta es la fe”.
En el Evangelio Jesús nos dice que nadie puede venir a Él “si el Padre no lo atrae”.
Estas palabras muestran que venir a Jesús, encontrar a Jesús, conocer a Jesús es
un don que Dios concede . Quien tiene fe tiene la vida eterna, tiene la vida. Pero
la fe es un don, es el Padre quien nos la da. Hay que seguir por este camino. Pero
si vamos por este camino, siempre con nuestras cosas – porque todos somos
pecadores y siempre tenemos algunas cosas que no van, pero el Señor nos perdona
si le pedimos perdón, y siempre hacia adelante, sin desanimarnos.
La fe nos hace ser personas alegres, audaces, personas en armonía por de
haber encontrado a Jesús, la alegría que sólo Jesús nos da, la alegría que da la paz:
no la que da el mundo, sino la de Jesús. Ésta es nuestra fe. Pidamos al Señor que
nos ayude a crecer en esta fe, esta fe que nos hace fuertes, nos hace alegres, esta
fe que siempre comienza con el encuentro con Jesús y prosigue siempre en la vida
con peque￱os encuentros diarios con Jesús. “No perder la fe para no perder la
esperanza.
Todos los cristianos tienen el deber de transmitir la fe con coraje . Todos
nosotros cristianos que hemos recibido la fe debemos transmitirla, debemos
proclamarla con nuestra vida, con nuestra palabra. Pero entonces ¿cuál es esta fe
fundamental? Es la “fe en Jesús Resucitado, en Jesús que nos ha perdonado los
pecados con su muerte y nos ha reconciliado con el Padre.
El Papa Francisco dice que transmitir la fe exige ser valientes : el coraje del
transmitir la fe. Un coraje, algunas veces, simple. Recuerdo, dice, una historia
personal : cuando era niño mi abuela cada Viernes Santo nos llevaba a la Procesión
de las Candelas y al final de la procesión llegaba el Cristo yaciente y la abuela nos
hacía arrodillarnos y a nosotros ni￱os nos decía: ‘Miren está muerto, pero ma￱ana
¡habrá resucitado!’. La fe entr￳ así: la fe en Cristo muerto y resucitado. En la
historia de la Iglesia ha habido tantos, tantos que han querido un poco esfumar
esta certeza fuerte y hablan de una resurrección espiritual. No, Cristo ¡está
vivo!”.
“¡Cristo está vivo” y está “también vivo entre nosotros!”; tengamos el valor de
anunciar su Resurrección, la Buena Noticia. No podemos ser cristianos tibios,
sin valor… Esto hace tanto daño a la Iglesia, porque la tibieza te ensimisma,
comienzan los problemas entre nosotros; no tenemos metas, no tenemos coraje, ni
el coraje de la oración hacia el cielo y ni siquiera el coraje de anunciar el Evangelio.
Somos tibios…
Nuestro tiempo requiere de cristianos que estén aferrados de Cristo , que
crezcan en la fe a través de la familiaridad con la Sagrada Escritura y los
sacramentos. Personas que sean casi un libro abierto que narra la experiencia de la
vida nueva en el Espíritu, la presencia de un Dios que nos sostiene en el camino y
que nos abre hacia la vida que no tendrá fin.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)