CICLO C
TIEMPO DE ADVIENTO
II DOMINGO
Seguimos celebrando el Adviento, que significa advenimiento, llegada. En este
tiempo se nos recuerda constantemente que "Dios viene" para estar ahora, y en
todo momento, junto a nosotros en una comunión existencial de amor y de vida. “El
Verbo se hizo carne y acamp￳ entre nosotros”, escucharemos en el Evangelio del
día de Navidad. Cristo es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros: “preparad el camino
al Señor, allanad sus senderos…y todos verán la salvaci￳n de Dios” (Evangelio).
En el Evangelio de hoy se nos ofrecen dos mensajes importantes. En primer lugar
se precisa el tiempo de Cristo, de Jesús de Nazaret: “el año quince del reinado del
emperador Tiberio”, (segundo emperador romano 14-37), bajo el sumo sacerdocio
de Anás y Caifás. Y se concreta el lugar en que apareció Jesús (“la comarca del
Jordán”, río que nace en el monte Hermón y desemboca en el mar de Galilea o lago
de Tiberíades). Cristo es Dios verdadero, pero también hombre verdadero de carne
y hueso. No es leyenda. Es historia real, determinada.
Y el segundo mensaje es que por la fe entramos en relación con este Cristo Jesús,
que no es una invención o ensoñación piadosa. Ni un muero ilustre, que vive sólo
en el recuerdo. La fe nos pone en relación existencial, vital con Él; y nos exige
responder a Cristo, que no es una fábula ni un simple recuerdo, sino una persona
viva, real, contemporáneo nuestro.
El Dios-Amor toma siempre la iniciativa: Él mismo es el artífice de este plan de
acercamiento. Es el Dios siempre en camino hacia nosotros. Pero se necesita
nuestra colaboración activa. Él nos atrae. Nosotros debemos quitar obstáculos.
“Sabemos de una triple venida del Se￱or. Además de la primera y de la última hay
una venida intermedia. Aquellas son visibles, pero ésta no. La intermedia es oculta
y en ella sólo los elegidos ven al Señor en lo más íntimo de sí mismos, y así sus
almas se salvan” (San Bernardo).
La Palabra de Dios nos ofrece el camino a recorrer: Una vida limpia, irreprochable,
propia de personas de bien. Con frutos de justicia: dando a cada cual lo suyo,
respetando a todos y siempre. Poniendo nuestro corazón en los valores verdaderos,
“creciendo más y más en penetraci￳n y en sensibilidad para apreciar los valores”
(segunda lectura). Enderezando lo torcido que haya en nuestras vidas. Viviendo sin
soberbia, con humildad. Sin miedos ni complejos.
Este es un buen programa para recibir al Señor, que vino en Belén, nacido de María
la Virgen y viene ahora a nosotros: es el Emmanuel, el Dios-con-nosotros. Para
hacernos partícipes de su divinidad y salvar nuestra pobre condición humana. El
mismo Señor que de nuevo vendrá con gloria para pagarnos el bien que hayamos
hecho y hacernos partícipes de su vida divina, de su alegría infinita y de su gloria
eterna.
MARIANO ESTEBAN CARO