EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
miércoles 09 Octubre 2013
Miércoles de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario
Libro de Jonás 4,1-11.
Jonás se disgustó mucho y quedó muy enojado.
Entonces oró al Señor, diciendo: "¡Ah, Señor! ¿No ocurrió acaso lo que yo decía
cuando aún estaba en mi país? Por eso traté de huir a Tarsis lo antes posible. Yo
sabía que tú eres un Dios bondadoso y compasivo, lento para enojarte y de gran
misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas.
Ahora, Señor, quítame la vida, porque prefiero morir antes que seguir viviendo".
El Señor le respondió: "¿Te parece que tienes razón para enojarte?".
Jonás salió de Nínive y se sentó al este de la ciudad: allí levantó una choza y se
sentó a la sombra de ella, para ver qué iba a suceder en la ciudad.
Entonces el Señor hizo crecer allí una planta de ricino, que se levantó por encima
de Jonás para darle sombra y librarlo de su disgusto. Jonás se puso muy contento
al ver esa planta.
Pero al amanecer del día siguiente, Dios hizo que un gusano picara el ricino y este
se secó.
Cuando salió el sol, Dios hizo soplar un sofocante viento del este. El sol golpeó la
cabeza de Jonás, y este se sintió desvanecer. Entonces se deseó la muerte,
diciendo: "Prefiero morir antes que seguir viviendo".
Dios le dijo a Jonás: "¿Te parece que tienes razón de enojarte por ese ricino?". Y él
respondió: "Sí, tengo razón para estar enojado hasta la muerte".
El Señor le replicó: "Tú te conmueves por ese ricino que no te ha costado ningún
trabajo y que tú no has hecho crecer, que ha brotado en una noche y en una noche
se secó,
y yo, ¿no me voy a conmover por Nínive, la gran ciudad, donde habitan más de
ciento veinte mil seres humanos que no saben distinguir el bien del mal, y donde
hay además una gran cantidad de animales?".
Salmo 86(85),3-4.5-6.9-10.
Tú eres mi Dios; piedad de mí, Señor,
que a ti clamo todo el día.
Regocija el alma de tu siervo,
pues a ti, Señor, elevo mi alma.
Tú eres, Señor, bueno e indulgente,
lleno de amor con los que te invocan.
Señor, escucha mi plegaria,
pon atención a la voz de mis súplicas.
Todos los paganos vendrán para adorarte
y darán, Señor, gloria a tu nombre.
Porque eres grande y haces maravillas,
tú solo eres Dios.
Evangelio según San Lucas 11,1-4.
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus
discípulos".
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que
venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que
nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".
Comentario del Evangelio por :
San Cipriano (c. 200-258), obispo de Cartago, mártir
De la oración dominical, 8-9,11; PL 4, 523
"La oración de los hijos de Dios"
He aquí que el Señor nos dice como debemos de orar: "Padre nuestro que estás en
los cielos". El hombre nuevo, nacido de nuevo y restituido a Dios por su gracia, dice
en prime lugar: "Padre" porque ya ha empezado a ser hijo "El vino a su casa, dice
el Evangelio, y los suyos no le recibieron, pero a cuantos le recibieron, les da poder
para ser hijos de Dios: a aquellos que creen en su nombre" (Jn.1,11-12) Por esto el
que ha creído en su nombre y ha llegado a ser hijo de Dios debe de comenzar a
devolver su gracia proclamándose hijo de Dios y llamando a Dios Padre que estás
en los cielos...
¡Que grandísima indulgencia y que inmensa bondad del Señor para con nosotros!
El ha querido que ofreciéramos nuestra plegaria a Dios llamándole Padre. Y lo
mismo que Cristo es Hijo de Dios, ha querido que también nosotros llevemos el
nombre de hijos de Dios. Este nombre, de entre nosotros, nadie hubiera osado
ponerlo en la oración si Él mismo no lo hubiera hecho.
Nosotros debemos recordarnos mutuamente, hermanos amados, y debemos saber
que los que llamamos a Dios Padre, nuestro comportamiento debe ser de hijos de
Dios, porque El se complace en nosotros, como nosotros nos complacemos en El.
Conduzcámonos como templos de Dios (1Co 3,16), y Dios permanecerá en
nosotros.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”