Fiesta. Nuestra Señora del Pilar. (12 de Octubre )
LA VIRGEN DEL PILAR DICE…
Padre Pedrojosé Ynaraja
Tengo un amigo sacerdote que es africano. Cristiano de sólida formación teológica,
desconoce empero, muchas de las tradiciones e idiosincrasias nuestras. Devoto de
la Virgen, creía él que los “apellidos” que aquí le dábamos a la Madre del Señor,
correspondían a apariciones recientes en determinados lugares. Para que me
entendáis, mis queridos jóvenes lectores, le sonaban nombres como Lourdes o
Fátima, que sabía eran poblaciones de Francia y Portugal, y también tenía
conocimiento de la jovencita Bernadette Soubirous y de los pastorcillos lusitanos,
todos ellos depositarios de las confidencias de Santa María. Le ha sorprendido al
llegar a esta tierra, enterarse de tantas tradiciones y leyendas que enriquecen, y
ahogan a veces, hay que reconocerlo sinceramente, nuestra religiosidad. Así que
difícilmente podré yo trasmitirle la emoción y el encanto que el Pilar en mi suscita.
Si a vosotros os pasa algo semejante, no os inquietéis. La auténtica devoción
cristiana, siempre ha de ir a parar a la Jovencita de Nazaret, que valientemente dijo
sí al Señor, engendró humanamente a Jesús, Hijo de Dios, le educó y le acompañó
en los tristes momentos de su muerte. Hoy es una fiesta de ella, que nos alegramos
de celebrarla muchos.
Os hablaré de mí mismo, mis queridos jóvenes lectores. Cuando nace una criatura,
dicen los paidólogos, que al cabo de poco ya sabe reconocer los brazos de su madre
y si le ama con cariño. Es una intuición derivada de la forma de acogerla y del
palpitar de su corazón, que había acompañado la gestación. Podrá verla pronto y
reconocerla. La observará con diferentes vestidos, situada de pie o reclinada,
despierta o dormida. De cualquier forma que la vea, siempre será la misma. Pero
ya de mayor, cuando observe fotografías suyas, las mirará con más emoción unas
que otras. Algo así ocurre con las advocaciones de la Virgen.
Según me dicen, siendo un bebé y sufriendo alguna leve enfermedad propia de la
edad, me pusieron encima del altar de la Virgen de Sieteiglesias, en el
Matapozuelos donde nació mi padre y, de inmediato, me curé. Lo cuento con la
sencillez con la que me lo relataron gente de este pueblo. De ser verdad, y no dudo
de ello, algo sellado e indeleble quedaría en mi interior. En nuestra casa presidía la
estancia principal, la primera adquisición de mis padres, posterior al ajuar y
muebles: una imagen del Carmen. Todavía la conservo, estará impregnada de
tantos años de oración familiar en su entorno. En años de conflicto civil bélico, nos
tocó vivir a muy poca distancia de la basílica del Pilar, en Zaragoza. Me llevaron a
besar el manto de la Imagen, para que me protegiera y también para, que niño
inocente y por ello predilecto, rezara para que llegara por fin la paz que tanto
ansiábamos y necesitábamos y por el bien de toda la familia. No oculto que ya de
mayor, en Nazaret, en el mismo lugar donde Ella se ofreció como sierva del Señor,
para lo que le propusiera y mandara, es donde me he sentido más entrañablemente
unido a Santa María.
Toca hablar y contemplar hoy, la preciosa estatuilla de la basílica del Pilar. Cuando
visito esta población, si voy acompañado de hispanoamericanos, les gusta ver la
bandera de su país que honra a la imagen. Si es un aragonés, sentirá moverse su
interior, al ritmo de una jota y le emocionarán los centenares de mantos que le han
ofrecido. Cada uno es cada uno y tiene sus cadaunadas, que decía aquel.
La evocación de la vida de la Virgen, la confianza que le he puesto en mis súplicas,
la experiencia de su intercesión, crece a medida que pasan los años. También por
ello aumenta mi agradecimiento. Quisiera que vosotros, mis queridos jóvenes
lectores, pudierais sintonizar conmigo, sintiendo idéntico amor.
La primera lectura de la misa de hoy nos recuerda el aprecio que sentía el pueblo
bíblico de Israel por Arca de la Alianza, que albergaba los signos más sagrados que
enriquecían al pueblo de Israel. Fue figura adelantada de un arca humana mucho
más importante. Santa María fue el primer sagrario donde se guardó la Divinidad-
Humana.
El relato evangélico nos recuerda la espontánea admiración que suscitó en aquella
anónima mujer, el bien hacer del Maestro. Gritándole a Él, le dirigió a su Madre el
primer piropo que conocemos. Todo lo que podamos escuchar después, sea poesía,
canción o saeta de procesión de Semana Santa, no es más que continuación de
aquella alabanza.
Y vosotros ¿Qué le decís, que le exclamáis en vuestro interior? ¿Tal vez no sabéis
qué decirle un elogio ni darle gracias?
Una Fe centrada y exclusivamente dirigida al Dios único, es verdadera Fe, pero le
falta el Cariño de la madre. Quien llena su cerebro de conocimientos, axiomas y
principios teológicos, pero apaga los afectos de su corazón, o no son sublimes o es
que no sabe injertarlos en su religiosidad. Puede recibir los galardones que queráis
imaginar, pero consideraré que es una personalidad algo pobre y tal vez inmadura.