XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Pautas para la homilía
Viendo que estaba curado, se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole
gracias.
Con el don gratuito brota la alegría
Naamán el Sirio, que al introducirse siete veces en el río Jordán queda limpio de la
lepra. Pero confunde la gratitud con una relación de compromiso, como si debiera
pagar por la vida recibida, una relación que pasa factura, que quiere comprar la
salud, un sentido mercantilista de la vida. No vislumbra la vida, y los dones
recibidos de Dios y los hermanos. No comprende la gratuidad. Que la vida
entregada ha sido ofrecida y regalada. Y a pesar de la negativa de Eliseo a recibir
nada, opta por cargar con el pasado, llevando la tierra a cuesta, la carga de un par
de mulas.
Reconocer la salvación, la vida recibida ha de provocar un sentimiento profundo de
alegría. Pero no siempre nos permitimos vivir con alegría, y puede llegar a
incomodarnos la alegría que pueda estar viviendo nuestro hermano.
Dios permanece fiel
San Pablo, nos invita, en su segunda carta a Timoteo, que el camino de la fe es
hacer memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. ¿Qué huella ha
quedado en nosotros, el perdón recibido en la cruz? ¿Qué alegría ha brotado de
nosotros por haber vuelto a la vida con Él?
No depende de cada persona recibir el don que se ofrece, pero sí depende de cada
uno acogerlo o no, una vez reconocido y agradecido. Porque hoy soy la persona que
soy, por mi relación con Dios y con mis hermanos. La interdependencia no resta,
sino que suma, y eso nos permite llegar a ser nosotros mismos. Por eso, Dios
siempre permanece fiel, porque él no puede negar su amor, no puede negar quien
es, no puede negar la misericordia.
La vuelta atrás del extranjero
Por el camino, tras el encuentro con Jesús de Nazaret, son curados diez leprosos;
pero sólo uno, el samaritano, el extranjero, es quien regresa alabando a Dios, y
postrado en tierra a los pies de Jesús, da gracias. ¿Dónde están los otros nueve:
Los de casa, los que dicen creer, los que dicen pertenecer?
La ingratitud nace de una visión negativa del ser humano. Hay personas que
siempre desconfiarán de las verdaderas intenciones de quien ha hecho
aparentemente el bien. Es una visión que limita nuestra capacidad para agradecer,
confunden la gratitud con una muestra de debilidad o sumisión: quien agradece
reconoce sus propias carencias y cierta superioridad en el otro, que puede darle
algo que necesita. Este tipo de visión fomenta el individualismo y la autosuficiencia,
y llegamos a decir que no hemos elegido libremente el don que se ha recibido,
porque en el fondo no queremos deber nada a nadie. Llegamos a decir: “yo no te lo
he pedido”.
Otros, no se consideran dignos de recibir los dones y, por eso, les resulta imposible
reconocer los dones gratuitos recibidos. No se reconocen dignos de ser amados. La
culpa imposibilita la conciencia y no deja espacio al perdón y al amor. No se abren
al sentido del amor incondicional: permitir que el misterio del amor entre en
nuestra vida, generando así la confianza en nosotros, y la oportunidad de
agradecer.
¿Cuánto tiempo vamos a permanecer lejos de
Dios? Agradecer es una forma de aceptar
libremente el amor de Dios en mi vida. Morir
con Él y Vivir con
Él. Fr. Alexis González de León O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Candelaria
(Tenerife)
Con permiso de: dominicos.org