Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Un evangelio también para extranjeros
“Jesús iba de camino cuando le salieron al paso diez leprosos que levantando la voz, dijeron: «¡Jesús,
ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes». Y sucedió que,
mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta
voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; éste era un samaritano. Tomó la
palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?” (Lc. 17,11)
De los diez enfermos, sólo uno de ellos vuelve para glorificar a Dios, y éste era, justamente, un
extranjero. Generalmente se relaciona este episodio con la virtud de la gratitud, pero me gustaría
encuadrarlo en el conjunto de episodios en los que Jesús muestra una especial predilección por los no
judíos, es decir, por los extranjeros.
Pensemos en el siervo del centurión romano, de quién Jesús exclamó: “nunca vi una fe como ésta en
Israel”. Es decir, nunca encontró entre los judíos una fe tan grande como la de ese hombre que era
pagano. O el episodio de la cananea que suplicaba a Jesús que cure a la hija, y a la que Jesús dijo: “no es
justo quitar de la mesa el pan de los hijos ‒y los hijos ahí son los judíos‒ para entregarlo a los perritos”.
Ustedes ya conocen la respuesta de la mujer y cómo Jesús elogia la fe de esta extranjera. Jesús reclamó
en otra ocasión que un profeta no es bien recibido en su tierra y usa como ejemplo el caso de Naamán,
que fue un extranjero curado por Elías. ¿Por qué parece que tiene una especial predilección por los
extranjeros?
En los extranjeros están representados todos aquellos que sin prejuicio aceptan a Dios en su vida y
corazón, los sencillos que no cuelan por el tamiz de la razón todo lo que no sea estrictamente racional,
dejando excluido al mismo Dios. ¡También los reyes magos fueron paganos y por su fe contemplaron al
niño Dios en el portal de Belén! Los eruditos, en cambio, se privaron de tan singular alumbramiento. El
evangelio nos invita a abrirnos a Dios, a través de Jesucristo, para llevar la salvación a todos los pueblos.
El Papa Benedicto XVI cuando viajó a Inglaterra no dudó en presentar a Cristo como el camino de la
felicidad: “La felicidad es algo que todos quieren, pero una de las mayores tragedias de este mundo es
que muchísima gente jamás la encuentra, porque la busca en los lugares equivocados. La verdadera
felicidad se encuentra en el amor a Dios. Sólo Él puede satisfacer las necesidades más profundas de
nuestro corazón”.
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