XXVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Lecturas bíblicas
a.- Rm. 1, 16-25: Dar gloria a Dios.
b.- Lc. 11,37-41: Contra los fariseos y legistas. La pureza interior.
Este evangelio nos habla de las disputas de Cristo con los fariseos por los ritos
judíos de la limpieza. Los fariseos y los escribas ejercían un poderoso influjo sobre
el pueblo, sucesores de los profetas y maestros de sabiduría. Presentan como
voluntad de Dios, lo que ellos habían convertido en preceptos humanos, pero no
voluntad de Dios. Jesús formula serías críticas a ellos (cfr. Lc.11, 37-41; 11, 42-44;
11, 45-52). Sus conjuras contra la vida de Jesús revela su falta de sabiduría y
deseo de conocer la voluntad de Dios (cfr. Lc. 11,35s). Invitado a comer por un
fariseo, Jesús no observa el lavado de manos prescrito por los fariseos antes de
comer, lo que extraña al duelo de casa. Si se quería ser verdaderamente religioso
en Israel, había que observar las leyes de pureza prescritas por los fariseos. Lo que
da pie a Jesús para hablar sobre la pureza delante de Dios. Los fariseos
comprendían que puro era el hombre que observaba las leyes rituales de pureza. A
Dios en cambio, le interesa más bien, la pureza moral, de la que los fariseos, poco
se preocupaban. La malicia y rapacidad habita en el corazón de los fariseos, en
cambio, quien está limpio de injusticia y comportamiento inmoral, entonces el
hombre es puro delante de la majestad de Dios, su conciencia es un espejo donde
se refleja la justicia divina (Mc.7, 15). Preocuparse de lo externo, no de lo interior,
hace que obren como insensatos, gente sin sabiduría, no reconocen a Dios, lo
descuidan. Dios hizo lo exterior, lo visible, pero también lo interior del hombre, el
corazón, su conciencia por cuya calidad, todo es bueno o malo (cfr. Mt. 23, 25s). Lo
que importa para Jesús es la pureza de conciencia, la pureza moral del interior de la
persona. Dios Creador de la conciencia humana dispone sobre ella, exige sea su
templo Santo donde habitar con toda su luz y pureza de amor. Esta pureza interior
se adquiere con limosnas, es decir, con amor al prójimo. Lo que hay en lo interior,
como lo que hay en los vasos y paltos eso darlo como limosna, entonces, todo será
puro en el hombre, de donde se saca un principio: el corazón humano se purifica
mediante el amor al prójimo.
Teresa de Jesús, funda sus comunidades en pobreza absoluta, pero veía cuán
apegados estaban los ricos a sus bienes. “Dan una limosna de vez en cuando, no
miran que aquellos bienes no son suyos, sino que se los dio el Señor… para que
partan a los pobres” (CAD 2,8).