XXVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Rm. 2, 1-11: Pagará a cada uno según sus obras.
b.- Lc. 11, 42-46: ¡Ay de vosotros fariseos! ¡Ay de vosotros, juristas!
En este evangelio encontramos las tres primeras imprecaciones o reproches de
Jesús de Jesús contra los fariseos y doctores de la ley de su pueblo Israel
(vv.42.43.44.). Están preocupados del cumplimiento escrupuloso de la Ley en
cosas pequeñas pero olvidan lo fundamental. La primera imprecación se refiere a
que paguen el diezmo de la menta, de la ruda y toda leguminosa, sólo debían
hacerlo de la ruda, las otras eran plantas salvajes, pero los fariseos habían
radicalizado la aplicación de la Ley (v.42). De aquí nace el ataque frontal de Cristo
con ellos, ya que se condena fundamentalmente su hipocresía, corrupción interior.
La práctica religiosa la han convertido en una exhibición de lo divino en medio del
pueblo; ritos escrupulosamente observados, pero olvidando lo fundamental la
justicia y la misericordia (cfr. Miq. 6,8). La segunda imprecación se refiere al honor,
los fariseos se habían ganado el respeto de personas religiosas, convirtiéndose en
grupo apartado. Jesús les acusa de buscar honores públicos, en lugar de la
aprobación de Dios que ve los corazones. Buscan los saludos en los lugares públicos
y los mejores asientos en las sinagogas (v.43). La tercera imprecación se refiere
quizás la más dura se refiere a que ellos que se presentan como modelos de
pureza, son como sepulcros blanqueados, es decir llenos de podredumbre interior
(v.43; Nm.19,16). Al exterior se muestran irreprochables, pero interiormente están
muy lejos de cumplir la Ley. Jesús quiere que la ley se cumpla enteramente hasta
en lo pequeño. Lo que es importante para la ley, debe cumplirse también en la
vida, como lo más importante: el precepto de la caridad, del amor, el derecho del
hombre y el amor a Dios. De estos dos preceptos, dos imperativos a los que
apuntan y dependen los demás (cfr. Lc.10, 27). El cumplimiento de la ley debe
estar movido no por la vanagloria, sino hacer la voluntad del Padre (cfr. Mt. 6,1).
La observancia irreprochable no basta porque lo que interesa es la conversión del
corazón, lo interior del hombre, conforme a la voluntad de Dios. La ley debe
penetrar y escribirse en el corazón hasta quedar transformado por la voluntad de
Dios en lo íntimo de su ser (cfr. Jer.31, 33; Ez. 36,26ss). Los fariseos buscan la
seguridad en la observancia externa, según la propia interpretación de la ley,
logrando la aprobación de los demás, evitando todo escándalo, para que hablen
bien de ellos (cfr. Lc.6,26). Si fueran sabios, sabrían que en la palabra de Dios
encontrarían salvación, la palabra pronunciada por Jesús, si lo reconocieran serían
salvos. Ellos se justifican a sí mismos ante los hombres, no reconocen a Jesús como
maestro de sabiduría y legislador, por ello no cumplen verdaderamente la ley. Ante
el reclamo de uno de los doctores de la ley (v.45), Jesús también los critica, por
igualarse y exigir ser escuchados como los profetas, como a Moisés, como a la ley
misma. Se han sentado en la cátedra de Moisés, e imponen cargas a los demás,
pero que ellos no cumplen (v. 46; cfr. Mt.23,2). El doctor de la ley, si bien llama a
Jesús, Maestro, se siente ofendido, que blasfema en el fondo contra Dios cuando
los critica. Su error está en que no admite que el Nazareno pueda tener razón en
sus acusaciones. Jesús quiere la pureza de intención a la hora de observar la ley de
Dios.
Teresa de Jesús funda la vida cristiana, la oración, en la verdad que es Cristo, sin
ello toda virtud es hipocresía. “Espíritu que no vaya comenzado en verdad, yo más
le querría sin oración” (V 13,16).