XXVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Rm. 4,13.-16-18: Apoyado en la esperanza, creyó contra toda
esperanza.
b.- Lc. 12, 8-12: El Espíritu Santo os enseñará en aquel momento lo que
tenéis que decir.
Este evangelio, nos pone ante el Juicio de Dios y de los hombres. Los discípulos
deben confesar el Nombre de Jesús, lo que significa, reconocerlo públicamente
como Mesías, como Señor, como Dios verdadero, especialmente en los tiempos de
persecución. Adquiere mayor significado, cuando se hace en clima de persecución o
de violencia; cuando escribe Lucas ha ocurrido la expulsión de los cristianos de la
Sinagoga, que puede poner en riesgo la propia vida. Una forma de quitarles el
miedo a sus discípulos, Jesús les recuerda, el Juicio final. Dios aparece como Juez,
Jesús el abogado de los hombres, los ángeles la corte, que notifican la presencia de
Dios. Si alguien niega a Cristo en esta vida, también Cristo lo negará, ante el
Padre; el que lo acepta y confiesa en esta vida, Cristo también lo reconocerá, con lo
cual se nos enseña que la situación del creyente ante Jesús es definitiva, sobre todo
en el momento del Juicio final. Aceptar o rechazar a Jesucristo y su evangelio tiene
repercusiones para la eternidad, de vida o perdición. Dios Padre ha dado todo el
poder a su Hijo, el Hijo del hombre, pero se quiere destacar que Jesús es siempre
Salvador de todo aquel que lo confiese. Queriendo fortalecer la fe de los discípulos,
Jesús les dice, que si son sus amigos y ÉL su abogado ante el Padre, es porque
están bajo la acción del Espíritu Santo, que les enviará cuando sea exaltado. La
misma confesión de fe es acción del Espíritu sobre el discípulo, pero también es ÉL
quien la sostiene. A quien ofenda al Hijo del hombre, se le perdonará, porque juzga
según sus capacidades humanas, y Jesús vive en humildad entre los hombres.
Quizás no es consciente de ofender a Jesús, el Hijo del hombre (cfr. Lc. 23, 34). En
cambio, no se perdonará la blasfemia contra el Espíritu Santo, de quien niega a
Jesús, como el Hijo del hombre. Es el Espíritu Santo, quien ha suscitado en el
discípulo la confesión de fe en el Hijo del hombre, a Quién Dios ha dado todo poder.
El que ha sido revestido por el Espíritu Santo, si ofende a Jesucristo, blasfema
contra el Espíritu de Dios. Este pecado no se perdona, sino hay conversión; el
perdón de los pecados y la salvación se obtienen mediante la fe en Jesús, el
Salvador. Cuando los cristianos comparezcan ante los tribunales judíos y paganos,
será el Espíritu quien ponga las palabras oportunas en sus labios para defenderse.
En su defensa se manifestará la gloria de Jesucristo, la asistencia de Espíritu Santo,
enseñará lo que deben decir ante el tribunal (cfr.Hch.4, 8; 5,29; 755; 2Tim.
4,16ss). El discípulo confiesa su fe delante de la Santísima Trinidad en sus
momentos de oración litúrgica pública y privada, lo que lo hace cada vez más
responsable de su condición de hijo de Dios y asume la solicitud amorosa de del
Padre por él.
Teresa de Jesús, fue movida y guiada por el Espíritu Santo a los profundos
misterios de Dios y del hombre. “Paréceme a mí que el Espíritu Santo debe ser
medianero entre el alma y Dios y el que la mueve con tan ardientes deseos” (CAD
5,5).