DOMINGO 28° Tiempo Ordinario Ciclo “C”
Segundo libro de los Reyes 5, 10. 14-17
Segunda carta de san Pablo a Timoteo 2, 8-13
Evangelio según san Lucas 17, 11-19
La misericordia supera a la ley
Introducción
Continuamos este domingo con la lectura del Evangelio según san Lucas en
su capítulo XVII. El domingo pasado (Lc. 17, 5-10) nos detuvimos a
contemplar sobre el poder de la fe-fidelidad , capaz de arrancar un árbol de la
tierra y plantarlo en el mar, y sobre el carácter gratuito de la fe-fidelidad , que
es un don que supera lo que el servidor merezca (la parábola del servidor
humilde).
La lectura evangélica de hoy, que nos cuenta no una parábola sino un milagro
de Jesús, parece sugerirnos otro aspecto del poder de la fe: lo que puede
obtenerse con la obediencia de la fe . Por otra parte, reafirma el carácter
gratuito de la fe cuando nos propone el modelo del leproso curado que
vuelve a Jesús para manifestarle su gratitud , a diferencia de los otros nueve,
que también fueron curados y no se manifiestan agradecidos. Lo que no es
un derecho adquirido ni fruto del propio trabajo sino un don, un regalo, se
agradece.
Me parece importante señalar también que en el contexto de esta página
hay un reproche a la religión oficial: diez leproso fueron purificados, sólo uno
de ellos volvió a agradecer a Jesús, un samaritano, un extranjero,
considerados los samaritanos como paganos por el Pueblo de Israel. Lo
mismo ocurre con la curación del leproso que obra el Profeta Eliseo, según
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nos relata la primera lectura de hoy (II Reyes 5, 10.14-17), Naamán, un sirio.
Ya lo había hecho notar el mismo Jesús cuando dijo en la sinagoga de Nazaret
que ningún profeta es bien recibido en su tierra: “Había muchos leprosos en
Israel en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado sino
Naamán el sirio” (Lc. 4,27). La salvación de Dios supera las barreras del
pueblo elegido, no sólo por la vocación universal de la salvación, sino
también a causa de una mejor disposición para recibir la salvación que hay en
muchos paganos.
Resulta lógica esta crítica de la religión oficial “mientras Jesús se dirigía a
Jerusalén” (Lc. 17,11) para el desenlace final de su Pascua que superaría la
antigua Ley. Los nueve leprosos que no regresaron para dar gracias a Jesús
que los había purificado continuaron su camino para presentarse ante los
sacerdotes en el templo, se quedaron en el camino de la antigua ley sin
alcanzar a valorar a Jesús, Camino de la salvación en los tiempos de la
plenitud de la nueva alianza que no niega la antigua sino que la supera . Por
eso Cristo mismo les dice a los diez leprosos que piden les mire con
compasión: “vayan a presentarse a los sacerdotes”. El samaritano regresó a
agradecerle a Jesús no porque no pertenecía a la religión de Israel sino
porque comprendió que el Maestro que tuvo compasión de ellos y les curó era
más grande que la ley de Israel .
Aquellos que excluían a samaritanos y leprosos, inevitablemente nos hacen
pensar en tantas discriminaciones que hacemos hoy, tantos excluidos en esta
cultura competitiva que desecha a los débiles, los ancianos, los enfermos…El
Papa Francisco habla de “la cultura del descarte”.
La obediencia de la fe
Recordábamos el domingo pasado que tener fe en Dios significa fiarse de
Dios , someterse a sus designios aunque no los comprendas, esperando su
visita para acudir a tu auxilio que vendrá, temprano o tarde.
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En esa espera, la paciencia del justo que sobrevivirá por su fidelidad (Habacuc
1, 2-3; 2, 2-4, primera lectura del domingo pasado), el creyente cumple lo
que Dios le dice. Así los leprosos cuando Jesús les responde “vayan a
presentarse a los sacerdotes”, parten, pero sólo mientras estaban en camino
comprueban que estaban curados, la purificación no fue instantánea como
otras. Por la obediencia de su fe fueron purificados, aunque en situación
desigual, ya que sólo uno, el samaritano, regresó a Jesús y mereció estas
palabras: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”. El samaritano obtuvo más
que los otros nueve , no sólo fue limpiada su piel, sino que por su fe en Jesús
recibió a través de Él la salvación.
Algo parecido ocurre con Naamán el sirio , en quien encontramos una fe
todavía más imperfecta. Acude al profeta Eliseo (siglo IX antes de Cristo), el
heredero espiritual del profeta Elías, taumaturgo de fama. Por el dato de una
muchacha israelita que está a su servicio, este jefe del ejército sirio hace el
viaje con toda su comitiva hasta encontrar al profeta, con una carta de
recomendación de su rey ante el rey de Israel, pero se enoja y rebela cuando
Eliseo le indica lo que debe hacer para curarse: bañarse siete veces en el
Jordán. Esperaba que Eliseo le tocara, frotara su piel y le curara al instante.
No obstante, a sugerencia de sus servidores, obedece y hace lo que le había
dicho el profeta, se sumerge siete veces en el Jordán, y, tal como le había
dicho Eliseo, su piel se limpió y rejuveneció. Y entonces advirtió que las aguas
del Jordán (¡símbolo del Dios de Israel!) eran superiores a los ríos de su tierra.
Y volvió al profeta, como el samaritano curado regresó a Jesús , y reconoció al
Dios de Israel. Nos sólo había sido purificada su piel, también su fe, porque
por la obediencia de la fe , porque se fió de las palabras del profeta que le
hablaba en nombre de Dios, se hizo digno de la salvación.
“Vayan a presentarse a los sacerdotes”, les dijo Jesús a los leprosos que le
gritaban que se compadeciera de ellos. Así de simple, quizás los leprosos
esperaban algo más, como Naamán el sirio esperaba que Eliseo invocara a
Dios sobre él o le frotara la piel para curarlo. También nosotros tantas veces
buscamos fundar nuestra fe más en lo extraordinario de los milagros que en
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Dios que obra los milagros. Nos detenemos en el signo (el milagro) sin
dejarnos llevar a lo que es significado por el signo (Dios que me puede curar
es Dios que puede hacer algo más que curar: Dios quien me salva).
Agradecer el don de fe y la salvación
Volvamos al Evangelio y contemplemos a Jesús dirigiéndose a Jerusalén,
pasando a través de Samaría y Galilea, entrando en un poblado. Le salen al
encuentro diez leprosos; a la distancia le gritan “ᄀJesús, Maestro, ten
compasión de nosotros!”. A la distancia , porque de acuerdo a la ley los
enfermos de lepra no podían acercarse, salvo en los casos en que se curaban,
certificado de los sacerdotes del templo mediante.
Le gritan. La distancia y los gritos pidiendo compasión, la humildad y
vehemencia de su súplica que acorta la distancia , como un fuerte clamor (¡los
diez gritaban!) conmueven el corazón de Jesús. Escribe el evangelista que
Jesús, “al verlos” les dijo “vayan a presentarse a los sacerdotes”.
No es la mirada de Jesús un mirar indiferente sino la mirada del pastor bueno ,
del pastor más que del maestro. Y no les responde: “inicien el trámite y
déjenlo en mesa de entradas”, sino que les dice “van a estar curados, f íense
de mis palabras , sólo vayan para que los sacerdotes les certifique la
purificación, como está mandado por la ley, para que puedan reinsertarse en
la comunidad”.
¡Impresionante, conmovedor este encuentro de los diez leprosos con Jesús!
Un encuentro con el Salvador que queda abierto. Los diez leprosos se ponen
en camino, y en el camino quedan curados. Uno de ellos, un samaritano, al
comprobar que estaba curado, volvió atrás, alabando a Dios en voz alta ( otra
vez gritando , ahora no para llamar la atención de Jesús sino para alabar a
Dios ), y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra dándole gracias ( ya
no le trata a la distancia , si está curado de la lepra puede acercarse a Él,
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aunque en rigor fue Jesús el Salvador quien primero se acercó a él ). Jesús es
el Pastor de la cercanía.
Y Jesús le dice «¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve,
¿dónde están? ¿ Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero ?».
Este diálogo ya no es a los gritos sino a media voz, en la intimidad , en la
proximidad de trato entre Jesús y aquel que ha recibido la salvación y la
acoge agradecido . Y agrega Jesús: « Levántate y vete, tu fe te ha salvado.»
Levántate , porque “el que se humilla será enaltecido” (Lc. 14, 11). Levántate,
porque por la obediencia de la fe te has postrado. “El que se humilla será
enaltecido”. Por tu fe, por la obediencia de tu fidelidad , porque te has fiado
de mis palabras , has obtenido la salvación . No es mérito tuyo, es un regalo de
Dios que supera tus méritos. Y ante un don de Dios se impone la gratitud .
Este reproche de Jesús : “Los otros nueve, ¿dónde están?” parece referirse a
todos nosotros en la medida en que no agradecemos suficientemente el don
de la salvación divina que nos viene por Jesús, el don mismo de la fidelidad y
todo lo que somos y poseemos, que es don del Creador.
La gratitud es una virtud ausente en un mundo secularizado que ignora a Dios
y exalta al hombre, en una cultura en la que más que la salvación que viene
de Dios se busca la autosalvación y la autoredención del hombre . Está
ausente hoy el reconocimiento y la gratitud con Dios, ausente la virtud de la
gratitud entre nosotros los hombres. No nos gusta deber nada a nadie ,
parece que nos quitara la dignidad ser deudor de otros , y sin embargo lo
somos siempre, deudores de Dios y también de los hombres, porque Dios
siempre nos hace llegar sus dones a través de mediaciones , por el camino de
Jesús, por el camino de la Iglesia, por el camino de nuestros hermanos.
Reconocerse deudor impone la gratitud.
También Naamán el sirio volvió para agradecer al Profeta Eliseo su curación.
Pero Eliseo no quiso aceptar los regalos que le ofrecía en agradecimiento,
manifestando así que no había sido él, el profeta, sino el Dios de Israel quien
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había limpiado su piel. A Dios debía hacer su gratitud. Él fue sólo un
mediador.
María, la mujer “eucarística”, toda ella hecha acción de gracias a Dios,
mediadora también ella, nos ayude a ser siempre agradecidos con Dios y con
nuestros hermanos.
Por Jesús se eleve a Dios Padre nuestra ofrenda de gratitud en la Eucaristía
que estamos celebrando.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga,
Arquidiócesis de Paraná, Entre Ríos, Argentina,
Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, Paraná,
13 y 14 de octubre de 2007
Reeditada para el 12 y 13 de octubre de 2013
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