CICLO C
TIEMPO PASCUAL
VI DOMINGO
Hoy la Colecta resalta que “continuamos celebrando estos días en honor de
Cristo resucitado”. Y en ella le pedimos a Dios “que los misterios que
estamos recordando transformen nuestra vida y se manifiesten en
nuestras obras”.
El próximo domingo celebramos la ascensión del Señor. Hoy escuchamos
en el Evangelio unas palabras de despedida de Jesús, que San Juan ha
puesto en el contexto de la Última Cena. La primera lectura de los Hechos
de los Apóstoles, se refiere al llamado "Concilio de Jerusalén". "Hemos
decidido el Espíritu Santo y nosotros...". Es la Iglesia. El Tiempo de la
Iglesia es tiempo del Espíritu Santo. La segunda lectura nos presenta a la
Jerusalén celeste . Es la armonía de la ciudad santa, en la “templo no vi
ninguno, porque es su templo el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero”.
Cristo desaparece de nuestra esfera sensible, pero el Salvador no nos
abandona ni se aparta de nosotros. Que no veamos a una persona, no
significa que no exista. “Ser invisible no significa estar ausente” (San
Agustín). Para que en esta situación mantengamos la fe, Jesús nos pone
de manifiesto una profunda realidad: “Me voy pero vuelvo a vuestro lado”.
A Jesús ahora no le vemos ni le oímos ni le tocamos. Pero está presente en
lo más íntimo de nuestro ser. Por medio del Espíritu Santo, que es la
Persona-Amor.
Esta separación es el inicio de la presencia permanente, vital y
transformadora del Resucitado en nosotros. Estamos unidos a Cristo
Resucitado por medio del bautismo y de la fe que obra por el amor: Es una
relación de persona a persona, de corazón a corazón. Cristo es una
persona. No una cosa ni una costumbre.
Al que me ama, mi Padre Dios lo amará “y vendremos a él y haremos morada
en él”. Así la fe y el amor al Resucitado hacen que Dios Padre, Hijo y Espíritu
Santo habiten en nosotros. Somos templo del Dios. También nuestro cuerpo (1
Co 6, 19). No se trata de un don. Son las tres personas divinas. Una presencia
real que consagra todo nuestro ser. Somos introducidos en la misma vida de
Dios, que penetra y transforma la vida humana. Recibimos una dimensión
divina, que nos introduce en la comunión interpersonal de la santa Trinidad.
Somos introducidos en la vida de Dios, que es amor. Quien permanece en el
amor permanece en Dios y Dios en él.
Demostramos el amor a Jesús obedeciendo sus palabras. Guardando sus
mandatos, en especial el mandamiento de amarnos unos a otros como Él nos
ha amado. Si nos amamos así, Dios permanece en nosotros y su amor ha
llegado en nosotros a su plenitud.
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que se nos ha dado (Rm 5,5). Es amor personal. Es la persona-amor.
Cristo está presente hoy en nosotros por medio de su Espíritu. Jesús está
vivo y activo en lo más íntimo de nuestro ser. “El Paráclito, el Espíritu
Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y
os vaya recordando todo lo que os he dicho”.
MARIANO ESTEBAN CARO