XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Jueves
Lecturas bíblicas
a.- Rom. 6,19-23: Producís frutos de santidad.
b.- Lc. 12, 49-53: Jesús portador del fuego divino del amor.
Este evangelio, nos presenta a Jesús como portador del fuego divino del amor de
Dios. Cristo ha venido a traer fuego a la tierra, como Elías el profeta; Juan Bautista,
lo anuncia a Jesús como el bautizará con Espíritu y fuego (cfr. Eclo. 48, 1ss; Lc. 3,
16). La Escritura, nos señala que el fuego simboliza el poder de Dios que purifica,
santidad y trascendencia, que quema la impureza de los hombres, abaja la soberbia
del altivo, lo acrisola desde dentro. Por otra parte, el texto tiene como trasfondo,
todo el ambiente apocalíptico, donde el fuego es el medio de que producirá la
tribulación cósmica o signo de purificación de los malvados de la tierra (cfr. 2Pe. 3,
7-8. 12; Lc. 3, 17). Jesús aparece como portador del fuego divino, que purifica a
Israel, que separa el trigo de la paja, a los buenos de los perversos. Es entonces
cuando se comienza a valorar el evangelio en la propia existencia, porque ese fuego
de Cristo, su amor salvador condena lo malo o lo destruye, su fuego es Juicio sobre
el hombre y la realidad. Pero antes del Juicio final, Jesús advierte que debe pasar
por un bautismo de fuego, es más, el bautismo se identifica con el fuego, o sea
Jesús debe pasar por el fuego. Este fuego que trae Jesús, no es que venga desde
fuera, al contrario, es su propia vida, su pasión, el sufrimiento de su pasión, muerte
y resurrección. Podemos identificar su bautismo, con su muerte redentora. Es la
agonía de Getsemaní, que ya envía sus mensajes, el dolor del Calvario, es el
espacio que destruye y purifica, que une y crea todo de nuevo: en la Cruz esta la
fuerza renovadora de la salvación. El fuego de Jesús, es su camino de compromiso,
con el dolor de la pasión y el Calvario, pero además, su compromiso con la vida,
por medio de la Pascua de Resurrección. Es desde la cruz, que Jesús se elevará al
cielo, mientras ahora, está camino de a Jerusalén, donde le aguarda la gloria que
seguirá a su muerte. El Mesías es anunciado, como Príncipe de la paz; su
nacimiento trae la paz a los hombres (cfr. Is.9,5s; Zac. 9,10; Lc.2,14; Ef. 2,14ss).
Esta es la verdadera paz que ha traído Jesucristo al mundo, unión de los dispersos,
justicia auténtica, concordia entre los hombres. La paz es unidad, orden, unidad,
pero antes que se inicie dicho tiempo, reina la discordia, carencia de paz, división.
Jesús es causa de división, piedra de tropiezo, signo de contradicción, cusa de caída
y elevación (Miq. 7,6s; Lc. 2,34). Todo es signo que estamos en los tiempos finales
de la historia de la salvación.
Teresa de Jesús se dejó quemar por dentro por la acción del Espíritu Santo para
edificar a la mujer nueva que conocemos. “Este fuego, que parece viene de arriba,
de verdadero amor de Dios…consume el hombre viejo de faltas” (V 39,23).