XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Rom. 8,1-11: El Espíritu que resucitó a Jesús, habita en vosotros.
b.- Lc. 13, 1-9: Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
En el evangelio encontramos dos enseñanzas: la primera, invita a la penitencia
(vv.1-5), y la segunda, se refiere a la parábola de la higuera estéril (vv. 6-9).
Mientras Jesús habla del tiempo de la decisión fijado por Dios, se presentaron
algunos galileos, probablemente, que le refirieron como unos galileos que subieron
a ofrecer sacrificios en el templo, era tiempo de Pascua, fueron degollados por
orden Pilatos, y su sangre se mezcló con la de los sacrificios en el atrio del templo.
Si le cuenta a Jesús es porque piensan que puede intervenir, y se preguntan por
qué Dios permitió esa matanza mientras sacrificaban, y la explicación era, porque
eran pecadores y habían recibido el castigo merecido. Jesús invita a la reflexión a
sus oyentes no niega la conexión pecado y castigo, pero va más allá. No es correcto
concluir que esos galileos castigados fueran más pecadores que el resto de los
galileos. Todos son pecadores, reos del castigo de Dios, de ahí la importancia de la
penitencia, si quieren liberarse de la condenación que les amenaza. Jesús les
recuerda otro episodio, es una desgracia imprevista, la caída de una torre que mató
a dieciocho hombres. Todos estos hombres murieron, no por ser más pecadores
que los demás habitantes de Jerusalén, por eso Jesús exhorta a sus oyentes a la
conversión, ya que la muerte puede llegar en cualquier momento. Lucas resalta que
las consecuencias de la muerte son para siempre, y que sólo el arrepentimiento
puede enmendar (cfr. Lc. 3, 8; 6, 24-26; 10, 13; 12, 58-59; 15,7). En un segundo
momento, encontramos la parábola de la higuera, se agrega la idea que el tiempo
concedido a los hombres se ha acabado, pero con la venida de Jesús se da una
prórroga, último plazo de gracia concedido por el Padre. El hortelano se atreve a
sugerir a su señor, dejar la higuera todavía por un año más, esperando los
anhelados frutos después de darle nuevos cuidados. Es la actitud del profeta, que
implora a Dios, para que cambie su ira y acabe con su pueblo (cfr. Nm. 11,2). Al
viñador se le concede el tiempo que pide, ahora será la higuera, la que decida su
destino; si fructifica la parábola tiene un final feliz, lo contrario, significa que será
cortada terminado su tiempo. Dios sería el amo justiciero, Jesús el hortelano, la
higuera es Israel o cada creyente que escucha a Jesús, pero no se determina a
seguirlo. Esta parábola entra en la corriente sapiencial del judaísmo, donde Dios se
identifica con el ser humano y que asume la debilidad y limitaciones del hombre,
con el cual tiene infinita paciencia (cfr. Is. 5,7). Sabemos que Israel no respondió,
los gentiles ocuparán el lugar del árbol cortado, pero la esperanza para Israel no se
agota ahí. Recordemos que el verdadero árbol es Israel y nosotros fuimos
injertados en él, pero la esperanza es para todos una realidad que debemos
aprovechar en este tiempo oportuno, porque Dios tiene misericordia de todos,
judíos y gentiles (cfr. Rom. 11,7; 31-32). Jesús sabe que el juicio destructor caerá
sobre Jerusalén, así y todo le ofrece salvación con su amor y sacrificio en la cruz.
Jesús es salvador de Pedro y de Israel (Lc.22,32; 23,34).
Teresa de Jesús vio en la vida de los santos un camino para convertirse y con su
testimonio convertir a otros. “Cuando en la vida de los santos leemos que
convirtieron almas, mucha más devoción me hace” (F 1,7).