Comentario al evangelio del Sábado 26 de Octubre del 2013
Pilatos mandó matar a unos galileos mientras cumplían los actos de culto en el templo. Jesús contesta a
quienes le informan: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque
acabaron así?
¿O que los que fueron aplastados por la torre de Siloé al caer eran más culpables que los demás
habitantes de Jerusalén?
Es muy común la creencia de que Dios castiga quien hace algo malo. Y el castigo es más duro cuanto
más grave es el pecado cometido. Las desgracias serían fruto de pecados cometidos personalmente o
por los parientes. Esta creencia aparece en el evangelio de hoy y en otros pasajes, como el del ciego
que nos narra san Juan. Sus discípulos, al verlo, le preguntaron: “Maestro, ¿por qué nació ciego este
hombre? ¿Fue por un pecado suyo o de sus padres?” (Juan 9,2).
Las desgracias nos hacen pensar en los peligros que nos rodean y en ese sentido son un aviso que no
hay que despreciar. Son ciertamente un castigo cuando esas desgracias ni siquiera nos hacen pensar y
ordenar lo mejor posible nuestra vida. Es la inconsciencia del que vive los acontecimientos de la vida
como si fueran una película de cine fantástico que nada tienen que ver con su vida y la de sus prójimos.
Hay que abrir los ojos a la realidad y no vivir en una “burbuja”.
La vida no dura siempre y si no la sabes aprovechar hoy, mañana no sabes si la tendrás. Es lo que nos
enseña la parábola de la higuera, que nos narra a continuación el texto evangélico.
El cristiano ha de vivir en actitud constante de producir buenos frutos. Dios nos ha dotado a cada uno
con la capacidad de hacer el bien, de cultivar la justicia y de mantener unas relaciones sanas con los
demás y con Dios mismo; pero como dueño y Señor de esas higueras, que somos nosotros, puede
exigirnos y pedirnos los frutos correspondientes.
En la lectura de Rm 8, 1-11 encontramos palabras de aliento para seguir este camino de fecundidad
espiritual, porque el “Espíritu de Dios habita en vosotros”.
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
Carlos Latorre