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Domingo 29° Tiempo Ordinario Ciclo C
Lecturas:
Éxodo 17, 8-13
II carta de san Pablo a Timoteo 3, 14-4, 2
Lucas 18, 1-8
La perseverancia de la fe
Al comienzo del capítulo XVIII del evangelio de san Lucas, proclamamos hoy
otra parábola de Jesús. Se trata de la parábola de la viuda que a causa de su
insistencia logra que un juez injusto atienda sus reclamos, al menos para
acallar sus quejas.
Se ha escrito que esta parábola forma un conjunto con otra parábola de Jesús
que trasmite san Lucas y que puede llamarse gemela. Es la parábola que
cuenta la historia de aquel que es despertado a medianoche por un amigo
inoportuno a quien finalmente atiende y le da lo que pide pero no en virtud
de la amistad sino para que dejara de molestarle y pudiera él volver a
dormirse (Lc. 11, 5-8).
En ambas parábolas, Dios aparece parangonado por contraste con un
personaje que de ninguna manera se presenta como modelo: un mal amigo o
un juez injusto. Y con lógica se concluye que si el mal amigo se levanta para
abrir la puerta al inoportuno que suena cuando es hora de dormir, o si el juez
injusto atiende los reclamos de la viuda, cuanto más Dios , que es amigo
bueno y juez justo , escuchará la oración perseverante de sus fieles y “dará el
Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan” (Lc. 11, 13).
En ambas parábolas se apunta como enseñanza a la perseverancia en la
oración de súplica o petición a Dios .
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Introduce así, en efecto, el evangelista la parábola del juez y la viuda: “Jesús
enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse
(Lc. 18, 1).
Pero la pregunta que hace Jesús al final de la parábola del juez y la viuda:
“Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra? ” (Lc. 18, 8)
sugiere que se trata no sólo de la perseverancia en la oración sino también
de la perseverancia de la fe .
Según leímos algunas páginas atrás del mismo evangelio, había hablado Jesús
de la potencia de la fe que puede arrancar un árbol y plantarlo en el mar (Lc.
17, 5-6). Lo había puesto de manifiesto el Señor cuando le dijo al samaritano
a quien curó de su lepra: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado ” (Lc. 17, 19).
La potencia de la fe que salva al samaritano agradecido. Lo recordábamos el
domingo pasado.
Y a continuación, en el capítulo XVII del evangelio de Lucas, inmediatamente
antes de la parábola que leímos hoy, respondiendo a una pregunta de los
fariseos sobre el tiempo de la llegada del Reino de Dios , habla Jesús del Día
del Hijo del Hombre (Lc. 17, 22-37), el Día final de su venida.
Enseguida viene la parábola del juez y la viuda (Lc. 18, 1-8), y concluye Jesús:
“Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos ,
que claman a él día y noche , aunque los haga esperar ? Les aseguro que en un
abrir y cerrar de ojos les hará justicia . Pero cuando venga el Hijo del hombre ,
¿encontrará fe sobre la tierra?”.
Mientras que en la otra parábola, la del amigo inoportuno, la insistencia de la
oración se ordena a conseguir el Espíritu Santo a quienes se lo pidan (Lc. 11,
13), en la parábola del juez y la viuda, la oración de los que claman a Dios
“día y noche”, obtiene la justicia . Acá el acento se pone en la certeza de la
respuesta de Dios aunque se demore y haga esperar a sus elegidos. Por otra
parte, la justicia obtenida aparece asociada a la llegada del Reino de Dios y la
venida del Hijo del Hombre al final.
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Situada la parábola en el contexto de la enseñanza de Jesús sobre la segunda
venida del Hijo del Hombre, pone de manifiesto que la respuesta de Dios está
en relación a la insistencia de la oración y a la perseverancia en la fe. Si el
Hijo del Hombre no viene de inmediato, como muchos esperaban, hablando
de su segunda venida como juez, para poner fin a tantas injusticias y males,
es porque Dios quiere regalar la oportunidad de un tiempo para la conversión
y salvación de los que aún no tienen fe . La pregunta de Jesús, sin embargo,
parece insinuar cierto pesimismo sobre el final: “ Cuando venga el Hijo del
hombre , ¿encontrará fe sobre la tierra?”.
La parábola no puede, por tanto, entenderse plenamente, me parece, sino
como una exhortación a la perseverancia en la fe , en la fe en el Hijo del
Hombre, la fe en la Justicia de Dios, o la fe en Dios que es Justo y hará justicia
a sus elegidos aunque se demore.
El protagonista de la parábola es el juez y no la viuda, es Dios, juez justo que
hará justicia aunque se haga esperar. Sin embargo, el otro personaje, la
viuda, hace patente la connotación social de la enseñanza de Jesús. La
parábola, por tanto, también trata de la necesaria respuesta ante las
injusticias del mundo.
Una mujer viuda es el símbolo de la desprotección y la debilidad. Lo es hoy, lo
era mucho más en esos tiempos. El caso de la viuda es representativo de
muchas otras situaciones de injusticia en la sociedad que reclaman la urgente
intervención de jueces y autoridades para que los derechos de todos sean
respetados.
El problema de la falta de justicia en el mundo hasta que venga el reino de
Jesús y con él se instaure la plenitud de la justicia, plantea otro problema más
amplio que es el de la existencia del mal. Y sólo la fe, la perseverancia en la
fe, puede ayudar a explicarnos el drama de la existencia del mal tolerado por
Dios. Mientras los elegidos, perseverando en la fe, esperan la manifestación
de la justicia plena con la venida del Hijo del Hombre, no se quedan de brazos
cruzados sino que preparan la llegada del reino de Dios colaborando con
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solidaridad para que haya más justicia en el mundo. En rigor, el reino de Dios
ya está obrando en el mundo, como semilla oculta en la tierra, como vida
latente en útero materno hasta la manifestación plena en los tiempos finales.
El reino de Dios está ya presente y se hace presente a través de nuestras
obras de justicia. Nosotros hacemos presente el reino y la justicia con nuestro
comportamiento justo. No sólo orando por la justicia, también trabajando
por la justicia.
La perseverancia de la oración
La otra parábola gemela a la que hoy proclamamos, la parábola del amigo
inoportuno e insistente, forma parte de la enseñanza de Jesús sobre la
eficacia de la oración (Lc. 11,5-13) y concluye con estas palabras del Señor:
“Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el
que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá” (Lc. 11,
9-10).
Si la insistencia de la oración puede conseguir lo que pide y busca, si eso es
así entre nosotros los hombres, que somos imperfectos, e incluso podemos
ser malos, con cuánta mayor razón ocurrirá esto si a quien pedimos,
buscamos y llamamos es a Dios, a Dios que es nuestro Padre y nos trata como
a sus hijos .
En efecto, agrega el Señor: “¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo
una piedra cuando le pide un pan ? ¿Y si le pide un pescado , le dará en su
lugar una serpiente ? ¿Y si le pide un huevo , le dará un escorpión ? Si ustedes
que son malos saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡ cuánto más el Padre del
cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan!” (Lc. 11, 11-13).
Junto con aquella, también por la parábola del juez y la viuda, Jesús nos
enseña a orar siempre y a no desanimarnos en la oración (Lc. 18, 1). A la
oración continua como una guardia en un hospital o un destacamento militar
donde se van relevando para estar siempre en el puesto.
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Y en relación al evangelio de este domingo, la primera lectura, Éxodo 17, 8-
13, nos cuenta cómo, por su oración intercesora, Moisés, con los brazos en
alto, y en su mano el bastón milagroso, en la montaña, de pie o sentado y
sostenido por Aaron y Jur, con los brazos levantados, firmes hasta la puesta
del sol, por su perseverancia incansable en la súplica, obtuvo de Dios para el
Pueblo de la Antigua Alianza el éxito en la defensa frente al ataque de los
amalecitas. Cuando sus brazos caían, ganaban sus enemigos. Mientras los
mantenía en alto, vencía Israel.
La perseverancia y continuidad en la oración lo consigue todo de Dios.
Conclusión
Contemplemos a Jesús. El es el Juez Justo que atiende los reclamos de la
viuda.
Jesús tuvo preferencia por ayudar a los desprotegidos y débiles, y las viudas
de esos tiempos encarnan esa situación.
Mírenlo devolviendo vivo al hijo muerto que perdió la viuda de Naím (Lc. 7,
11-17). Escúchenlo condenando a los escribas que devoran los bienes de las
viudas (Lc. 20, 47).
Vean cómo este Juez, sensible ante el dolor y la injusticia, discierne las
intenciones más ocultas, y aprecia la pobre ofrenda en el templo de aquella
otra viuda que de su indigencia dio todo lo que tenía (Lc. 21, 1-4).
Contemplemos a Jesús, el Hijo del Hombre, el Juez Justo que escucha
nuestras súplicas y sentencia con justicia.
Sí, nuestro Juez no es ciego ni sordo ante las injusticias.
Él vendrá, vendrá aunque su justicia se haga esperar para desplegarse
plenamente.
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Él vendrá, perseveremos en la fidelidad, hasta que venga el Hijo del Hombre.
Que sepamos esperar, confiar, fiarnos de su Palabra.
Y mientras transcurre el tiempo de salvación entre la primera y la última
venida del Hijo del Hombre, invoquémoslo incesantemente con la voz de la
liturgia que dice “Ven, Señor, Jesús”. No dejemos de orar pidiendo la justicia,
mientras preparamos el advenimiento pleno de su reino trabajando con Él
para que haya más justicia en el mundo.
En la Eucaristía, por Jesús, nuevo Moisés con los brazos en alto, llegue hasta
el Padre el clamor de nuestra pobre ofrenda.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
21 de octubre de 2007
Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús,
Paraná, Argentina
La historia de la oración de Moisés, sostenidos sus brazos por sus
colaboradores para que no sucumbiera por el cansancio, nos recuerda que
necesitamos de la oración de los demás . Como sugiere ese gesto tan humilde,
reiterado tantas veces, y que siempre fue un estilo en la vida del Papa
Francisco, cuando al saludar o despedirse de la gente les dice “recen por mí”.
Pido a Uds. que en este momento, por unos segundos, en silencio, piensen
en las personas que necesitan de la oración de Uds. y las ofrezcan en la misa.
La parábola, por su parte, cuando presenta la figura de ese juez injusto a
quien no importa ni Dios ni los hombres, en perspectiva misionera , nos
recuerda el desafío pastoral de la situación actual: junto a los creyentes, hay
también algunos que no creen , que no creen en nada, son ateos o agnósticos,
y sin embargo, como “semillas de Dios” (utilizando la famosa expresión de
San Justino) poseen algunos o muchos valores humanos . Esos valores
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humanos serán la plataforma del diálogo de los cristianos con ellos, quizás
para obtener la colaboración de esta gente para el trabajo en común por la
justicia en el mundo.
Finalmente, si se me permite, sin querer manipular la parábola, me parece
que podemos ver en esa mujer viuda de la parábola a la misma Virgen
Santísima pidiendo a Dios, insistente e incansablemente a favor de nosotros.
María es quien en las bodas de Caná, sin temer importunar y casi contradecir
a Jesús, que parece no querer entrometerse en problemas domésticos
ajenos, dice a los servidores: “hagan lo que Él (Jesús) les diga”, y finalmente,
por su perseverancia, obtuvo de Jesús el milagro de la conversión del agua en
vino.
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
19 y 20 de octubre de 2013
Iglesia parroquial Sagrado Corazón de Jesús y Capilla San Sebastián, Paraná,
Argentina