A quien vive pobre por morir rico, llámale borrico
Domingo 32 ordinario 1013, 10 de noviembre
Cada vez es más frecuente que los automóviles vengan provistos de ese
utensilio que va marcando con indicaciones precisas el camino para que tú te
dirijas precisamente al lugar que le señalaste como destino final. Es muy útil,
pues te evitas tener que preguntar a cada esquina, o estar mirando a cada rato
el mapa indicativo.
Yo me pregunto si algún día los hombres tendrán un utensilio que les marque
con precisión el camino a la casa del Buen Padre Dios. Pero ese utensilio, o
mejor esa persona que puede indicarnos precisamente el camino a la casa del
Padre es Jesucristo que en su condición de Hijo de Dios tiene los medios
oportunos para indicarnos el camino correcto. Por eso se nos hace ridícula la
pregunta que un grupo de saduceos le hicieron a Jesús. Hay que decir que los
saduceos, más que religiosos, eran políticos, simpatizadores de los romanos, y
les interesaba el statu quo o sea que estaban de acuerdo con la estancia de los
romanos en tierra judía, porque eso les daría cierta estabilidad política y
económica. Cuando se acercaron a Jesús, lo hicieron para intentar ponerlo en
ridículo, pues ellos no creían en la resurrección de los muertos, y le ponían a
Jesús un acertijo que para nosotros no tiene ninguna importancia, pero que
para ellos era fincar su creencia y su fe. Conscientes de que una mujer que se
casaba y enviudaba sin tener hijos, tenía que casarse con el hermano menor
para dejar descendencia y perpetuar el nombre del esposo, pues ocurrió que
una mujer se casó con los siete hermanos sin dejar hijos, y la gran pregunta,
según ellos, era saber de cuál de los hermanos sería mujer en el cielo. Cristo
los deja sin respuesta sobre lo que ellos pretendían, pero deja varias
afirmaciones importantes para nuestra vida. En primer lugar deja bien en claro
que la resurrección existe, y hay que decirlo, se afirma la resurrección, no la
inmortalidad, entendido no como un paso atrás, sino precisamente como un
paso adelante, a una nueva vida, a una nueva condición y a una nueva familia,
donde ya no hay necesidad de procreación porque los hombres viven en una
familia ya constituida, la de los hijos de Dios, donde todo está completo, donde
acabaron las enfermedades, los sufrimientos, la calamidad y sobre todo la
muerte. Es a esa vida a la que Jesús nos está invitando, animándonos a
levantar nuestra vista más allá de lo que alcanzan a comprender nuestros
sentidos, pues a la verdad, estamos tan embebidos en este mundo, que pocas
ganas tenemos de consideraciones sobre el más allá, unos porque están tan
entretenidos con la condición privilegiada de bienes materiales, que qué tiempo
se tiene para pensar en otra vida, si de por sí a ésta no le ponen peros porque
todo lo tienen, y otros que tampoco tienen tiempo ni ganas ni oportunidad de
levantar los ojos al cielo, pues su condición es tan raquítica, tan miserable, que
no se espera más que librarse de esta vida a como dé lugar porque la
condición no podía ser peor. Sin embargo, en unos y otros, existe el
interrogante: “¿De dónde vengo, a dónde voy? ¿Por qué a unos la vida les
concede todo y a otros les niega lo más indispensable? Y Finalmente, si a unos
la vida les ha favorecido con todo, no será la gran oportunidad de servir a los
que nada tienen y asemejar ya desde ahora la vida que viviremos en la casa
del Buen Padre Dios¡? ¿Verdad entonces que no necesitamos un utensilio que
marque el camino a la casa del Buen Padre Dios? ¿Nos bastará con saber lo
que Cristo, el único que ha vuelto de la Casa del Padre nos dice sobre la nueva
condición de los resucitados? Recordemos que esos relatos que tanto nos
emocionan sobre personas que vuelven después de una enfermedad o un
grave accidente, no murieron precisamente, aunque regresen diciendo que
contemplaron un túnel, o una blanca luz intensa, etc. ¿Y no nos aprestaremos
entonces a vivir ensayando ya desde este mundo esa vida nueva de hijos de
Dios donde formaremos precisamente la gran familia en torno a la mesa del
Padre de todos los hombres?
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
alberami@prodigy.net.mx