Ciclo C: XXX Domingo del Tiempo Ordinario
Rosalino Dizon Reyes.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas (Mt 6, 5)
Dice el Papa Francisco: «Lo que considero preocupante es el peligro de
ideologización, de instrumentalización del Vetus Ordo». Del peligro de una
ideologización parecida nos advierte Jesús mediante la parábola del fariseo y el
publicano, la cual también enseña que el verdadero discípulo se tiene por pecador
completamente dependiente de Dios y su misericordia.
El fariseo estropea la oración, utilizándola como ideología para proclamar su justicia
y declararles injustos a los demás. Se le han subido los humos a la cabeza al
observante impecable y miembro de una raza elegida. De ésta ciertamente son la
adopción filial, la gloria, la alianza, la ley, el culto, las promesas y los patriarcas
(Rom 9, 4-5). Pero Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de las piedras (Mt 3,
9).
Y no faltamos hoy día los cristianos farisaicos que estropeamos cosas buenas. A no
pocos de nosotros nos importa poco si la Liturgia se valore como la cumbre y la
fuente de la vida eclesial o si se participe plena, consciente y activamente en las
celebraciones litúrgicas. Propugnamos por el viejo rito, o por el nuevo, más bien
para promover nuestra visión o agenda particular, conservadora o progresista. Nos
servimos del viejo o del nuevo como instrumento, aun como arma, para, primero
que nada, enaltecernos, instalarnos en el poder y concentrarlo, y para satanizar,
humillar y derribar a oponentes. Sí, acierta el Papa.
Está bien, además, que él nos alerte sobre «la tentación del bien espiritual». Nos
pide, creo, no tomar por sentado los muchos medios de salvación en la Iglesia—
«Tenemos todo: tenemos a la Iglesia, tenemos a Jesucristo, los Sacramentos, la
Virgen, todo, un buen trabajo para el Reino de Dios; somos buenos, todos»—ni
pasar por alto «la unción de la Cruz, la unción de la humillación». Pronunciadas el
pasado 27 de septiembre, sin ninguna referencia al santo del día, estas palabras
papales evocan, no obstante, su memoria.
San Vicente de Paúl siguió al Maestro hasta la cruz y llevó amorosamente su cruz;
no supo ningún otro lugar donde mejor estar que al pie de la cruz (cf. IV, 271; I,
206). Vivió humildemente convencido de que el pecador que él era lo estropearía
todo si Dios no pusiera su mano, que él jamás sería adecuado para la obra de Dios,
sin tener una profunda humildad y un desprecio de sí mismo (XI, 174, 236, 314) y
una fe firme en el que hace justicia a los pobres y da fuerzas a predicadores
indefensos para se anuncie íntegro el mensaje.
También este evangelizador de los pobres nos prohibe servirnos de la eucaristía
como ideología para mantener la acepción de personas que enaltece a los ricos y
avergüenza a los pobres. La crucifixión injusta de Jesús denuncia toda injusticia.
Es un sacrilegio usar como ideología para justificar lo injusto el memorial de la
crucifixión y la prenda a la vez de la justicia gloriosa venidera.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)