XXX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes
Lecturas bíblicas
a.- Rm. 8,12-17: Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos.
b.- Lc. 13,10-17: También esta es hija de Abraham.
Este texto nos presenta los tiempos del Mesías, alba de la salvación, pero también,
tiempos de decisión respecto a Jesús, comienzo de la conversión a Dios, o tiempo
de eterna perdición. La mujer lleva dieciocho años encorvada, está poseída por un
mal espíritu, que la mantiene sin poder levantar la cabeza inclinada hacia tierra.
Para los judíos, la posición erecta, mirar de frente y al cielo era fundamental, por lo
tanto, la postura de la mujer era grave. Ella acude a la sinagoga, en sábado, Jesús
la llama, movido por la compasión, y con su palabra comienza un camino de
sanación de sus males (cfr. Jc. 3,14; 10,8). Queda liberada de su enfermedad, de
la influencia de Satanás, con lo cual, se resalta el poder de Jesús. Le impone las
manos, le comunica su Espíritu, y la mujer queda sana, glorifica a Dios,
reconociendo en Jesús su Mediador (v.13). Jesús cumple con su programa de
salvación de proclamar la salvación y devolver la salud a los enfermos (cfr. Lc.
4,18). La reacción del jefe de la sinagoga, aunque no se dirige directamente a
Jesús, sino a la asamblea, pide que vengan a sanarse en otros días de la semana,
pero no en sábado (v.14). No reconoce los signos de los tiempos mesiánicos; sabe
interpretar los signos del firmamento y de la tierra, se aferra a las tradición
humana, lo que lo convierte en un hipócrita, sin amor y misericordia para con la
mujer necesitada. La iniciativa fue de Jesús, no de la mujer, fruto de la compasión
del Maestro de Nazaret (vv.12-13), es verdad, que podía haber venido otro día ya
que la enfermedad no era de muerte, pero a diferencia del jefe de la sinagoga que
ve el sábado sólo como día de descanso, Cristo lo ve como día de salvación y
compasión con el prójimo. Día para glorificar a Dios, celebrar la vida que recibimos
de ÉL. Jesús no faltó a la Ley de Moisés, porque no hizo trabajo alguno, sólo impuso
las manos sobre la enferma. El trabajo lo hizo Dios, que vence el poder de Satanás,
ha llegado a los hombres, el reino de Dios en Cristo Jesús. El sábado, recupera su
sentido de estar al servicio del hombre, éste recupera su dignidad de hijo de Dios,
por sobre, el de los animales. La respuesta que da el Maestro, lo toma de la vida
común, si lo animales no pueden pasar un día sin beber, incluyendo el sábado, ¿por
qué esperar un día para sanar a una mujer enferma? ¿Se debía tener más
compasión con los animales, que con los seres humanos? (cfr. Mt.12, 11; Lc.14,
15). ÉL sábado recordaba el fin de la esclavitud de Egipto, por esto sanaba en
sábado Jesús, los redime de la pesada interpretación de la ley; Jesús definirá su
ley, como yugo suave (cfr. Mt.11, 28; Dt. 5,12-15). De ahí que el sábado, se
convierte en día de gozo para el pueblo, la obra de la creación contempla la
plenitud de los tiempos (cfr. Gn.1, 31). A la mujer, la llama hija de Abraham (v.16),
perteneciente al pueblo de Israel, ahora liberada de las ataduras de Satanás,
recupera su dignidad de hija de Dios. La asamblea se divide entre los avergonzados
fariseos, porque su conducta ha sido descubierta (cfr. Is. 45, 16), y los que se
alegran por las maravillas que ven obrar a Jesús, donde se refleja la gloria de Dios
en medio de su pueblo Israel (cfr. Ex. 34, 10). Era como ingresar en el descanso o
reposo de Dios después de la Creación en sábado (cfr. Heb. 4,9-11); ya que el
texto apunta, no al juicio, sino a la salvación y redención definitiva del hombre,
mediada por Cristo Jesús, para quien quiera acceder al amor de Dios Padre.
Teresa de Jesús, conoció la enfermedad en carne propia, por lo mismo procura la
salud del alma del cuerpo y del alma. La oración es fuente de salud para el espíritu,
vida que comunica Jesús a sus amigos. “¡Vida de todas las vidas!…de los que se
fían de Vos y de los que os quieren por amigo; sino sustentáis la vida del cuerpo
con más salud, y dáisla al alma” (V 8,6).