XXX Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Sábado
Lecturas bíblicas
a.- Rm. 11,1-2.11-12.25-29: Pablo espera el regreso de Israel a Cristo.
b.- Lc. 14, 1.7-11: El que se humilla será enaltecido.
En este pasaje evangélico, nos encontramos con la capacidad de observación de
Jesús en el banquete, al que había sido invitado: cada uno buscaba su puesto
según su presunta dignidad. Los fariseos cuidaban su honra, querían los primeros
puestos en la sinagoga y en los banquetes, hasta creían saber cuál sería el puesto
que tendrían en el banquete del reino de Dios. Jesús les recuerda algo, que ya
sabían de memoria: no ubicarse en un puesto hasta que el dueño de casa te
designe el lugar (cfr. Prov. 25, 6). La doctrina de Jesús, lejos de ser reglas de
urbanidad, expresa una verdad: para entrar en el reino de Dios hay que hacerse
pequeño, es decir nada de pretensiones de creerse justo. La sentencia final es la
clave: Dios humillará al que se ensalce. Quien se cree justo y quiera hacer valer
derechos delante de Dios; Dios mismo lo excluye de su reino; en cambio, al
pequeño, el que no se tiene por digno de los dones de Dios, lo admite en su reino
para siempre (cfr. Eclo. 3,20). Esta es la primera condición para ingresar al reino de
Dios (cfr. Lc. 6, 20). Vemos que para el cristiano hasta el comportamiento en la
mesa familiar, revela una actitud interior, ya que el reino de Dios, lo abarca todo:
desde el comer, el trabajo, la vida social, el estudio, el matrimonio y noviazgo, el
deporte, etc. Todo hay que integrarlo en esa visión: Dios lo es todo en todo. En la
última cena surgió una discusión entre los discípulos, sobre quien debía ser tenido
por el mayor. Jesús les enseña con el ejemplo, y se pone a servirles, es decir, se
haga peque￱o. “Yo estoy entre vosotros como el que sirve” (Lc. 22, 24-27). La
Eucaristía se celebra en un ambiente de servicio al hermano y ser pequeño.
Pasamos del banquete familiar, al banquete del reino de Dios, y en medio está la
celebración eucarística, en las tres celebraciones, el Señor se ha hecho Servidor.
Jesús pasa de caminar hacia Jerusalén, hasta la Última Cena con los suyos donde
sirviendo, entrega su vida por muchos en la Cruz y Resucita y nos espera para el
banquete del reino que ya gustamos en la Eucaristía.
Teresa de Jesús, quiere la humildad para sus hijos como fundamento de toda su
vida espiritual: “Una vez estaba yo considerando porqué raz￳n era nuestro Se￱or
tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsome delante esto; que es porque
Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en verdad” (6 M 10,7).