Comentario al evangelio del Viernes 01 de Noviembre del 2013
Queridos amigos y amigas:
Con la solemnidad litúrgica de todos los santos la Iglesia proclama la santidad anónima, pero no por
ello menos eximia, de tantos hombres y mujeres que forman el séquito de Cristo. Esa gran
muchedumbre que -según el vidente del libro del Apocalipsis- nadie podía contar. Pertenecientes a
todas las razas y tribus y pueblos y lenguas: apóstoles, mártires, vírgenes, confesores, doctores,
pastores, santos varones, santas mujeres (según la terminología del santoral)... Y aún podríamos añadir
nombres de los diversos oficios y condiciones de vida, y la lista de santos y santas sería interminable.
Los santos y santas anónimos son esos que nos han precedido en la tierra llevando una “vida
corriente”, que nos estimulan con su ejemplo y que ahora interceden ante Dios por nosotros.
“¿Será difícil ser santo?”, se preguntan algunas personas. La verdad es que lo difícil, difícil, es que la
santidad -de existir- sea reconocida oficialmente. Para eso, debe producirse algún que otro milagro,
además de requerir un papeleo interminable y el empleo de no pocos recursos económicos. Así van las
cosas de palacio... Pero ser santo o santa -según el caso-, que eso es lo importante, está al alcance de
nuestra mano, contando siempre con la gracia de Dios.
Alguien dijo que, para ser santo, no hay que hacer nada extraordinario. Basta con hacer
extraordinariamente bien las cosas ordinarias. ¡Eso es nada! En el cielo -cuando vayamos- nos
encontraremos con mucha gente sencilla que estará rodeada de un halo de santidad esplendoroso
porque aquí, en la tierra, realizaron a la perfección sus deberes familiares, cívicos y religiosos sin
llamar la atención: padres y madres, abuelos y abuelas, vecinos, colegas de profesión y cientos de
miles de seres anónimos, a algunos de los cuales conocimos algún día o nos cruzamos con ellos en la
calle, en el metro, o coincidimos con ellos en el ascensor de nuestra casa, etc.
Seamos santos porque santo es el Señor. Eso va por todos.
C.R.