Solemnidad, Todos los Santos (1 de Noviembre)
FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS
Padre Pedrojosé Ynaraja
Ocurre en la actualidad religiosa, un fenómeno que nos sorprende: son las
frecuentes beatificaciones y canonizaciones, cosa a la que no estábamos
acostumbrados. He asistido en Roma a algunas de estas liturgias. Alguien se dirige
al Papa, suplicándole que escriba el nombre de cierto, o ciertos cristianos, en el
álbum de los beatos o de los santos. Es un rito protocolario, se sabe de sobras que
aceptará. Este “álbum” se edita y se va ampliando a medida que se inscriben
nuevos. Si lo deseáis, podéis encontrarlo en Internet, y gratuitamente. Su título es
“Martirologio romano”. Se conserva el antiguo epíteto, pese a que se refiera a
personas de los cinco continentes y que acabaron sus días en diferentes
circunstancias. Cuando se editó en papel, lo compre y lo guardo con aprecio. Ahora
bien, confieso que siento mucho más gozo, cuando visito Pozaldez, donde nací y me
cristianaron, y solicito ver el libro de bautismos, para agradecer a Dios la dicha de
ser cristiano. Por supuesto que fotografío el documento y lo guardo.
En el catálogo del que os hablaba, hay de todo, como en botica. Desde uno que,
según cuentan, aunque allí no está escrito, de pequeño no mamaba los viernes,
hasta otro que en sus ambiciones dinásticas, asesinó a su primo, tampoco esto lo
pone (me he referido a San Nicolás y San Segismundo). Pero la inmensa mayoría
fue gente cristiana que llevó una vida ejemplar y murió ejemplarmente, sin
estridencias . Sus costumbres y sus dichos, nos pueden gustar más o menos, no
por ello seremos mejor o peor cristianos. Solo Jesús y Santa María son intocables y
siempre admirables.
El testimonio que dan de su muerte, puede caer bien a todo el mundo o resultar
incómodo a algunos. Cuando uno lee a San Agustín, contándonos la muerte de
Mónica, su madre, sentimos satisfacción y envidia. Es un ejemplo, abundan a miles.
En otros casos no ocurre lo mismo, su comportamiento resulta incómodo a según
quien. Estoy refiriéndome a los mártires y a los profetas. Las cartas que le dirigía
Catalina de Siena al Papa de Avignon, no le hacían ninguna gracia al pontífice.
Durante su vida, Hildebrando Aldobrandeschi, después Papa Gregorio VII, sus
gestiones en Cluny y más tarde en Roma, no fueron precisamente regalos lisonjeros
a reyes, nobles, ni clérigos de alcurnia. Pero nadie puede negar la influencia que
tuvo en el mejoramiento de la Iglesia. Si los testimonios que he citado de cristianos
reconocidos como ejemplares, no resultaron atractivos, el de los mártires, y
especialmente de los recientes, es para muchos perturbador, y hasta inoportuno su
reconocimiento. Estoy pensando en los quinientos y pico reconocidos hace pocos
días en Tarragona. Desde nuestra realidad burguesa, aspirante a vivir en la
sociedad del bienestar, irrita su comportamiento, de aquí que se acuda a buscar
motivos políticos o de oportunismo para lograr prestigio de la congregación a la que
pertenecían, etc. La cosa es no compararnos con ellos y que nos dejen tranquilos y
así esquivar el bulto. ¿Quién se atreverá a hablar a nuestras pimpantes
quinceañeras, que pasean desenfadadas en verano por nuestras calles y playas, de
Santa María Goretti? Escribo esto por experiencia. En cierta ocasión me encargaron
un audiovisual que ensalzara la riqueza espiritual de un territorio, pues bien, se me
prohibió hacer referencia Josefina Vilaseca, una chiquilla que no hace muchos años
prefirió morir a consentir pecar. Explícitamente, ella se lo decía y repetía al vecino:
esto, no, que es pecado. Se me dijo que hablar del asunto, podía causar traumas
psíquicos en los jóvenes lectores. Y, evidentemente, le interesaba más al curita y al
curazo, que crecieran equilibrados, a que fueran santos.
La cosa era escurrirse y huir, como las anguilas. Ser buenos, no está mal, pero
santos santos, es mucho pedir.
Pues resulta, mis queridos jóvenes lectores, que hoy la Iglesia, nuestra madre, nos
los recuerda y recomienda a todos. Que la idea surgió con motivo del auge de las
catacumbas romanas y el miedo a que fueran profanados los cuerpos allí
depositados, tal vez sí. Sería una razón histórica de la celebración de esta fiesta. El
contenido no fenece, está vigente siempre, perdurará hasta que nos los
encontremos en la Eternidad.
Lo dicho no excluye que cada uno escoja a aquellos por los que sienta más aprecio
y que le sea más fácil invocar su intercesión, pero que a nadie se les quiera
imponer una determinada manera de santidad.
Pese a lo dicho, os confieso que recomiendo a muchos de hoy en día que conozcan
la vida y decisiones de Santa Gianna Baretta Mola, joven esposa y madre, o al
Beato Francisco Castelló Aleu, estudiante y enamorado, que con serenidad escribe a
su novia una carta de despedida, antes de que el pelotón lo fusile. Que soliciten su
mediación para que les ayuden a salir de la mediocridad. Interesarse, que
interesarse por personas de santa conducta, fundadores de congregaciones o
predicadores eximios de ninguna manera estará mal, pero me temo, que a muchos
de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, no os entusiasmen. Y el entusiasmo es,
generalmente, un primer paso hacia la devoción . Gracias a Dios, tenemos muchos
donde y a quien escoger.
Advierto un fenómeno propio de estos tiempos. En el seno de las Iglesias orientales
y de la comunidades surgidas de la Reforma, brotan ejemplos de santidad que
nosotros católicos, no nos avergonzamos reconocer. Se llame Martin Luther King o
Serafín de Sarov, etc. Este es uno de los signos buenos de los tiempos actuales.
Como me he extendido en comentarios a contenidos, me perdonaréis, mis queridos
jóvenes lectores, que hoy no me refiera a los textos de la misa. El primero una
visión fantástica de la culminación de la historia humana. Vete a saber si también
de la existencia de nuestro universo u otros que puedan existir. Que ni del Big
Bang, ni del bosón de Higgs, ni de la entropía, toca hoy hablar. El encuentro con
Cristo y los santos es hoy y siempre mucho más importante.