Ciclo C: XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos y amigas
Zaqueo es un convertido que nos cae simpático. No suele pasar con los convertidos,
pues por la seriedad con que se toman el cambio, por su radicalismo y rigidez, más
bien se nos tornan inalcanzables, por no decir que “nos caen espesos”. No es el
caso de Zaqueo cuyo relato según San Lucas (19, 1-10), leemos con una sonrisa
franca y satisfechos del comienzo al final. Lamentablemente esto no nos arrastra a
la conversión, pero ahí están los pasos que él dio, para cuando nosotros decidamos
convertirnos al Señor. Los enumero: deseo de conocer a Jesús, búsqueda,
encuentro, compromiso y seguimiento, que tendremos que dar nosotros, pero cada
uno desde su yo y sus circunstancias. Como Zaqueo los dio desde las suyas, que
fueron muy especiales.
Para empezar digamos que Zaqueo fue todo un personaje. Bajo de estatura, pero
muy alto como jefe de publicanos y por su riqueza. Como jefe de publicanos,
Zaqueo habrá estado encargado de recoger los impuestos y derechos de aduana en
todo el Distrito, teniendo bajo su autoridad a decenas de publicanos locales tales
como Leví (el futuro evangelista Mateo), que tenía su pequeña oficina de impuestos
en Cafarnaúm (Mc 2, 13-17). El sistema laxo (abusivo) de recolección de impuestos
hacía que los más inescrupulosos llegaran a ser realmente ricos. Es lo que, aparte
otras consideraciones, hacía que fueran francamente odiados y discriminados, como
sin duda lo era Zaqueo.
¿Cuándo y por qué empezó Zaqueo a interesarse por Jesús? Le habría impresionado
el caso de Leví, su dependiente, que había renunciado al negocio por seguirle.
Luego estaban todas esas cosas que se decían de él, a quien acusaban de ser
amigo de pecadores y de publicanos y de comer con ellos (Lc 5, 27-32) ¿Fue todo
esto lo que le llevó a querer verlo tan de cerca que pudiera distinguir sus facciones?
Al impedírselo la gente porque era bajo de estatura y por animosidad, se olvidó de
su condición de oficial prominente y como un chiquillo se subió a un árbol por
donde Jesús tenía que pasar. Lo que viene a continuación es simplemente
encantador: siente que Jesús lo mira con simpatía y oye que le habla y que se
invita a comer en su casa.
El posterior encuentro con Jesús es de antología. Por la oposición que encontró de
parte de los fariseos y por la decisión que Zaqueo tomó e hizo pública, definiendo
así su conversión. La más auténtica sin duda, porque tocó lo que más duele: su
posición social, su trabajo y su dinero. En el primer aspecto de su declaración
admite su pecado y está dispuesto a devolver aquí y ahora el cuádruple de lo que
ha podido defraudar. En el segundo aspecto, va mucho más allá: doy la mitad de
mis bienes a los pobres. No sabemos que Jesús le haya tomado la palabra y le haya
pedido vender todos sus bienes y dárselos a los pobres. Lo probable es que haya
aceptado su intención por la que, de algún modo, renunciaba a su condición de rico
por el Reino de los cielos (Lc 18, 24-27).
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)