XXXI Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Rm.13, 8-10: Amar es cumplir la ley entera.
b.- Lc. 14, 25-33: El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser
discípulo mío.
Este evangelio nos invita a la renuncia a todo lo que se ama (vv.25-27) y renuncia
a los bienes materiales (vv.28-33). Todo por un bien mayor: el seguimiento de
Cristo, ser su discípulo. La gran muchedumbre le sigue, quieren ser sus discípulos.
Él camina hacia Jerusalén, donde le espera la pasión y exaltación a la gloria del
Padre. Ha formulado algunas exigencias para el seguimiento, como el esfuerzo por
entrar por la puerta estrecha, tomar una decisión ante la invitación para ingresar en
el gran banquete (cfr. Lc.13, 24; 14,18-20). ¿Qué significa caminar con ÉL,
seguirle? Quien viene tras ÉL debe poner a Jesús por sobre todo lo demás. El
término que usa, odiar, se debe entender por preferir, a todo lo que se ama, y uno
está obligado a amar: las personas que forman la familia, con los cuales se tienen
vínculos entrañables, y hasta la propia vida. Sólo Jesús es objeto de amor, único
refugio, único dador de vida. El que viene en pos de ÉL debe colocar todo lo que
posee a los pies de Jesús, o dicho de otro modo, ponerlo a ÉL en el centro de su
vida, y todo queda en un segundo plano: la familia, los bienes, incluso la propia
vida. Jesús exige un amor mayor que el que podamos tener a la propia familia a y
los bienes, dicho de otra forma, aprender a amar a la familia desde Cristo y darle
su justo valor evangélico a los bienes respecto del reino de Dios (cfr. Mt.10, 37).
Leví dejó todo por servir a Yahvé en el templo, a la ley y la alianza, ahora es Jesús,
la nueva realidad de Dios en medio de los hombres, la nueva ley, la revelación de
Dios, la verdad, sólo en ÉL se encuentra salvación (cfr. Jn.14,6; Hch.4,12). Sólo
será discípulo del Crucificado, quien lleve su propia cruz y lo siga. Por el momento,
la cruz es palabra figurada, aunque todos saben a lo que se refiere (cfr. Ez.9, 4-6;
Gén.22,6). Jesús nos precede hacia el Calvario, quien lleva su cruz, pierde la vida la
fama, quien quiera seguir a Jesús asume todo ese significado. Sin embargo, es lo
que más repugna al hombre semejante panorama, y sin embargo, Jesús Maestro y
Señor, el Mesías toma la cruz y será Crucificado en ella, hasta morir y resucitar
para elevarse luego a la diestra del Padre. Todos los que ahora le siguen, ¿estarán
dispuestos a seguirle hasta el final? En un segundo momento, tenemos las
parábolas de la torre y de la guerra, resaltan el cálculo y la prudencia a la hora de
construir, o de presentarse a entablar una batalla; lo mismo, el que quiere seguir a
Cristo, tarea costosa, deberá mirar sus fuerzas, lo que asume y arriesga, en
definitiva, lo que tendrá que invertir en este discipulado. Todo proyecto humano,
familiar y personal exige costos, sacrificios, un plan de trabajo, lo mismo se debe
dar en el seguimiento de Cristo, la forma, el sentido y la exigencia lo ve, Lucas,
como el gran negocio del discípulo. Esta es la torre o castillo que debemos
construir, la batalla que debemos ganar en forma personal, y como comunidad
eclesial. La invitación es a que con todo realismo, analicemos si vamos a decidirnos
por este proyecto personal o simplemente decidimos abandonarlo, es decir, no
seremos discípulos de Cristo. La renuncia a los bienes exige ordenarlo todo en
relación al reino de Dios, las personas, lo bienes materiales; usar de los bienes
como medios, nunca como fines, abierto a las necesites personales y del prójimo.
En este proyecto de ser discípulos de Cristo, como Salomón, debemos suplicar la
sabiduría divina para que nos asista en este, el gran negocio de nuestra vida:
nuestra salvación eterna.
Teresa de Jesús, amó la Cruz, donde Jesús realizó la salvación del mundo y por
ellos siempre debe estar el sentido redentor en la oración del cristiano, llevar los
frutos de su entrega hasta los confines de la tierra. “El oficio de los contemplativos
es…llevar en alto la cruz, no dejarla de las manos por peligros en que se vean” (CV
18,5)