Un antes, un después
Nos movemos enfebrecidos. La lucha por la subsistencia es dramática. Nos sobrecogen
los acontecimientos. Nos paralizamos de tanta incertidumbre. Algunos se consuelan
diciendo que ‘el tiempo pasado fue mejor’. Hay un antes y un después. Hay raíces y hay
frutos. Hay un tiempo de siembra y otro de cosecha. Y mientras tanto, la espera. Es el
tiempo de la paciencia, el tiempo de la construcción.
Pablo arremete contra los perezosos. En lenguaje más actual, los vividores. Y en un
lenguaje más realista y cruel, los ‘chupasangres’. Son aquellos que devoran a su prójimo
bien con la publicidad o difamación, bien con la injusticia, bien con la corrupción y,
más grave aún, con la inercia. Son los simples espectadores ante el drama sangrante de
la historia que viven a expensas de los demás.
El evangelio trata de abrirnos los ojos. Entre el antes y el después hay un tiempo
propicio para reparar, construir. “Tiempo de Dios” dicen unos, “tiempo de la Iglesia”
dicen otros. Pero es el tiempo mío, tu tiempo y mi tiempo. El de mi responsabilidad y
protagonismo, el tiempo de que dispongo para dejar mi huella y escribir mi palabra que
es mi vida. ¡Oh! Tal vez sea mejor decir, el tiempo de mi conversión.
Y queda la pregunta: ¿Y cuándo sucederá todo esto? Son las cábalas sobre el fin del
mundo. Jesús nos previene contra falsos profetas, aquellos que Juan XXIII llamaba
“profetas de calamidades”. Yo lo susurro a grito partido: El fin del mundo es hoy
cuando tú te decidas a cambiar esto que nos resultó completamente desajustado al Plan
de Dios y que requiere tu colaboración para la nueva creación.
Cochabamba 17.11.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com