Un Rey crucificado
El poder se ha vuelto locura. Obsesión. Pasión. Todos los medios son permitidos,
aconsejables, plausibles con tal de obtener el resultado preestablecido. La misma ética
queda subordinada al interés personal o de grupo. No digamos la moral que pasa a
segundo plano. Se negocia con la conciencia y se somete la libertad. Las mismas leyes
se pervierten. Entra en juego la perversidad absoluta con todas sus secuelas.
Jesús desde la Cruz pone en crisis esta dolorosa realidad cuestionando todo poder,
incluso, y con mayor fuerza, el poder religioso. Para Jesús el poder no puede ser rapiña,
arribismo, privilegio. El único poder se centra en el amor y el amor en el servicio. Todo
lo demás es perversión. “El evangelio pasa por el hombre”, nos había dicho Juan Pablo
II. Entonces, el poder es servicio de humanidad, servicio evangélico.
El papa Francisco había dicho mucho antes: “Ningún poder es privilegio inexpugnable”.
Entonces tenemos que cuestionar todos los bunkers, todos los sectarismos, todas las
exclusiones, todos los imperios. Y subsisten todavía muchas barreras y fronteras
levantadas en nombre de poderes absolutos, mejor, obsoletos. Las intolerancias, los
fundamentalismos quedan bajo interrogación inexplicable.
Jesús en su trono que es la Cruz (¡qué humor tan fino!) se convierte en vocero e
intérprete de quienes no tienen poder, ni voz, mi mirada, ni futuro. Su trono es fuente de
acogida, de luz, de solidaridad. Es cátedra de verdad tan pura que está crucificada, tan
universal que sigue en el ápice de la historia acompañando a todos los desheredados por
los tiranos de turno. Su Cruz es el signo último del amor infinito hasta la misma Cruz.
Cochabamba 24.11.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com
“Pienso que quien tenga alguna forma de poder, también eclesiástico, no puede dejar de
sentir sobre sí mismo el 'esperón' de Bergoglio como una espina en su costado, porque él es y
será siempre intérprete de quienes no tienen poder”.
Mons. Fernández recuerda: “En el 2000 Bergoglio había expresado un deseo: 'que el poder no
sea un privilegio inexpugnable'. Y esto vale para un presidente, un gobernador o un hombre de
negocios, un cardenal y para los miembros de la curia romana”.