SOLEMNIDAD
SAN PEDRO Y SAN PABLO
Celebramos hoy la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo.
Ambos fueron las columnas de la Iglesia en sus inicios y heraldos
destacados del Evangelio. “Por caminos diversos, los dos congregaron la
única Iglesia de Cristo y a los dos, coronados por el martirio, celebra hoy tu
pueblo con una misma veneración”, canta el Prefacio de la misa.
San Pedro inicia este camino desde que, estando detenido en la cárcel, el
ángel le dijo: "Envuélvete en tu manto y sígueme…y Pedro salió en pos de
él" (Hch 12, 8-9).
"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (...). Levántate, entra en la
ciudad y se te dirá lo que debes hacer" (Hch 9, 4-6). Camino de España,
que en el concepto del mundo de entonces, era el Finis Terrae, el extremo
de la tierra, “espero veros al pasar”, les dice a los romanos (Rm 15, 24).
Hacía a sí realidad su misión, por mandato de Cristo, de llevar el Evangelio
hasta los confines del mundo. En este itinerario está Roma.
La "Piedra" y el "Instrumento elegido" se encontraron definitivamente en
Roma, sellando con su sangre su ministerio apostólico. Fue un camino de fe
y de amor hasta Roma, cuya Iglesia, desde entonces, “preside en la
caridad” (San Ignacio de Antioquía).
"Unidos en el martirio, sellaron con su sangre el anuncio del Evangelio"
(Liturgia de las Horas). El martirio los convirtió en hermanos. Una imagen
muy querida de la iconografía cristiana es el abrazo fraterno de los dos
Apóstoles en su camino hacia el martirio.
Junto al ago de Tiberíades, d e spués de comer , en un ambiente de amistad y
comunión, Jesús se dirige a Simón Pedro, al que había dicho: “tú eres Pedro
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16, 18-19). Y entabla con él un
diálogo, que con hermosas palabras resumía el Papa Benedicto XVI: “ La
primera vez, Jesús pregunta a Pedro: "Simón..., ¿me amas" con este amor
total e incondicional? Antes de la experiencia de la traición, el Apóstol
ciertamente habría dicho: "Te amo incondicionalmente". Ahora que ha
experimentado la amarga tristeza de la infidelidad, el drama de su propia
debilidad, dice con humildad: "Señor, te quiero”, es decir, "te amo con mi
pobre amor humano". Cristo insiste: "Simón, ¿me amas con este amor total
que yo quiero?". Y Pedro repite la respuesta de su humilde amor humano:
"Señor, te quiero como sé querer". La tercera vez, Jesús sólo dice a Simón:
"¿me quieres?". Simón comprende que a Jesús le basta su amor pobre, el
único del que es capaz, y sin embargo se entristece porque el Señor se lo
ha tenido que decir de ese modo. Por eso le responde: "Señor, tú lo sabes
todo, tú sabes que te quiero”. Y Cristo Jesús, que es el buen Pastor, le
encomienda a Pedro el cuidado de sus ovejas y corderos. Y aludiendo a la
muerte con que iba a dar gloria a Dios, añadió: "Sígueme" .
Pablo, al final de su camino, dirá de sí mismo: "Yo he sido constituido...
maestro de los gentiles en la fe y en la verdad" (1 Tm 2, 7; cf. 2 Tm 1, 11).
Maestro, apóstol y heraldo de Jesucristo, en la carta a los Gálatas revela
cuál es la motivación más íntima de su vida: "Vivo en la fe del Hijo de Dios,
que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2, 20). Palabras que
comenta también el Papa Benedicto XVI: “Todo lo que hace san Pablo parte
de este centro. Su fe es la experiencia de ser amado por Jesucristo de un
modo totalmente personal; es la conciencia de que Cristo no afrontó la
muerte por algo anónimo, sino por amor a él -a san Pablo-, y que, como
Resucitado, lo sigue amando. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios
y sobre el mundo. Su fe es el impacto del amor de Dios en su corazón. Y así
esta misma fe es amor a Jesucristo” (Benedicto XVI).
En el día de hoy la Iglesia pone especialmente su mirada en San Pedro, la
piedra sobre la que la Iglesia se fundamenta y se cohesiona (Evangelio).
Pedro es el cimiento de la Iglesia, con la misión de confirmar en la fe, en el
amor y en la unidad. Pedro actúa como quien posee la suprema autoridad
en la Iglesia al servicio de sus hermanos. El Obispo de Roma, el Papa, es el
sucesor de Pedro en esta misión universal para toda la Iglesia.
MARIANO ESTEBAN CARO