XXXII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Miércoles
“El agradecimiento, un hijo de la bondad”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de la Sabiduría 6,2-12
Escuchad, reyes, y entended; aprendedlo, gobernantes del orbe hasta sus
confines; prestad atención, los que domináis los pueblos y alardeáis de multitud
de súbditos; el poder os viene del Señor, y el mando, del Altísimo: él indagará
vuestras obras y explorará vuestras intenciones; siendo ministros de su reino,
no gobernasteis rectamente, ni guardasteis la ley, ni procedisteis según la
voluntad de Dios. Repentino y estremecedor vendrá sobre vosotros, porque a los
encumbrados se les juzga implacablemente. A los más humildes se les
compadece y perdona, pero los fuertes sufrirán una fuerte pena; el Dueño de
todos no se arredra, no le impone la grandeza: él creó al pobre y al rico y se
preocupa por igual de todos, pero a los poderosos les aguarda un control
riguroso. Os lo digo a vosotros, soberanos, a ver si aprendéis a ser sabios y no
pecáis; los que observan santamente su santa voluntad serán declarados
santos; los que se la aprendan encontrarán quien los defienda. Ansiad, pues, mis
palabras; anheladlas, y recibiréis instrucción.
Sal 81,3-4.6-7 R/. Levántate, oh Dios, y juzga la tierra
«Proteged al desvalido y al huérfano,
haced justicia al humilde y al necesitado,
defended al pobre y al indigente,
sacándolos de las manos del culpable.» R/.
Yo declaro: «Aunque seáis dioses,
e hijos del Altísimo todos,
moriréis como cualquier hombre,
caeréis, príncipes, como uno de tantos.» R/.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 17,11-19
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.
Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se
pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de
nosotros.»
Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.»
Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba
curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies
de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano.
Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros
nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a
Dios?»
Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»
II. Compartimos la Palabra
“Desead, pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán”
Empecemos por el final de esta lectura, con las palabras del sabio Salomón,
dirigidas principalmente a los soberanos y a los que ostentan el poder: “Desead,
pues, mis palabras; ansiadlas, que ellas os instruirán”. Que nosotros, cristianos
del siglo XXI, bien podemos ponerlas en boca de nuestro único Maestro, Jesús
de Nazaret, porque sus palabras siempre iluminan nuestra existencia. Esta
lectura nos habla del persistente peligro de ejercer mal el poder, por parte de los
soberanos y gobernantes que tienen más poder político que el resto de los
ciudadanos. Pero hemos de reconocer que todos tenemos algún poder dentro de
la amplia gama que es la vida humana (por ejemplo, los alumnos tiene el poder
de dejar o no dejar dar clase al profesor; el profesor tiene el poder de aprobar o
suspender a los alumnos, el hijo pequeño tiene más poder afectivo que sus
hermanos mayores…). También en esto del ejercicio del poder Jesús es nuestro
modelo. Jesús, siendo Dios y con todo el poder del mundo en su haber, vino “a
servir y no a ser servido”. Todo su poder, toda su sabiduría, todo su amor lo
puso a favor de nosotros, sus hermanos. La pregunta que se impone es cómo
ejercemos nuestro poder, los gobernantes el suyo y nosotros el nuestro. Al
principio, a la mitad y al final de nuestra vida Dios nos hará esta pregunta.
“El agradecimiento, un hijo de la bondad”
Quien deja que la bondad se adueñe de su corazón es un agradecido. Sabe
agradecer los favores, los regalos que recibe. Alguien ha dicho que “el
agradecimiento es la memoria del corazón”. Pero no la de cualquier corazón,
sino la de un corazón bueno. Nueve de los diez curados por Jesús tenían un
corazón de piedra. Por eso, no fueron capaces de agradecer a Jesús el milagro
de su curación. Jesús, de parte de Dios, vino a llenar la tierra y nuestros
corazones de bondad y... de agradecimiento.
Fray Manuel Santos Sánchez
Real Convento de Predicadores (Valencia)
Con permiso de dominicos.org