XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- 2Mac. 6, 1; 7, 1. 2. 9-14: El rey del universo nos resucitará para una
vida eterna.
La primera lectura, nos narra el martirio de siete hermanos y su madre en defensa
de su fe; mueren con la esperanza en la vida eterna. Este relato exalta la lealtad y
la fidelidad a la Ley en medio de la persecución con temas importantes como son:
el valor expiatorio del sufrimiento del justo y la esperanza de la resurrección. Lo
primero queda expresado en la idea que con sus sufrimientos, el martirio, puede
cesar la ira de Dios (v. 38). La esperanza en la vida eterna, la expresa el segundo
de los hijos: “Al llegar a su último suspiro dijo: «Tú, criminal, nos privas de la vida
presente, pero el Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos
resucitará a una vida eterna.» (v. 9). Es en este tiempo, cuando aparece en los
textos bíblicos, la idea de una vida después de la muerte; no hubo claridad sobre la
resurrección hasta este pasaje de los 2 Macabeos y en el libro de Daniel, y algunas
intuiciones en los Salmos (cfr. Sal. 16, 10-11; 49, 16; 73, 24; Dn. 12, 1-3). Lo
único en lo que creían los judíos en que todos iban al Sheol, el lugar de los muertos
(cfr. Sal. 6, 6). Los libros de Job y el Qoelet, abren caminos nuevos al poner en
duda la retribución de los buenos, y el castigo a los malos; ¿cómo se explica el
dolor de los justos y buenos? ¿Dónde está, Yahvé para responder a ello? Los
profetas también contribuirán a extender la idea de una justicia de Dios para quien
vive la fe en el destierro en el dolor, los que dan su vida por la causa de Dios y de
la Ley (cfr. Is. 26,14 y 19; Dn. 12,13). También el libro de la Sabiduría lo
manifestará más claramente (cfr. Sab. 1-5). El cuarto hermano niega al rey Antíoco
Epífanes y a todos los impíos, la vida eterna, cuando en sus últimas palabras dice:
“Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser
resucitados de nuevo por él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida.”
(v. 14; cfr. Mt. 10,28). Sólo Dios es el dueño de la vida; el Hijo nos ha revelado,
que unos resucitarán a la vida eterna, y otros a la condenación eterna (cfr. Jn.5,
27-29).
b.- 2Tes. 2, 16; 3,1-5: El Señor os dé fuerza para toda clase de palabras y
obras.
Este pasaje de Pablo, se encuadra en medio de una gran exhortación a la
perseverancia en la fe (cfr. 2Tes. 2,11s). Los cristianos han sido llamados a la
salvación mediante el Evangelio. Recordemos que la vocación y elección de los
creyentes, es uno de los pensamientos centrales del pensamiento de Pablo (cfr.
1Tes.1, 4; Rm.8, 29). Es interesante, que en esa acción salvífica, lo menciona el
apóstol, intervienen las Tres Personas de la Santísima Trinidad (cfr. 2Tes. 2,
13.16), sin olvidar e aporte humano de la fe en la verdad. Lo importante, es
conservar la fe y las tradiciones aprendidas, progresar en el conocimiento de la
palabra de Dios, y su propagación (v.1), por medio de predicadores, que iluminen
la vida de los hombres. Tradiciones que traducimos por enseñanzas o instrucciones.
La comunidad debe esperar la consolación de Dios, que los amado en Cristo y dado
la esperanza; amor de Dios como fuente de la acción salvadora e la vida del
creyente (cfr. Rm.5, 5; 8, 35. 37. 39; 2 Cor.5, 14; 13,13; Gál.2, 20). Esta
exhortación, es más bien una petición a la comunidad para que ore por la
divulgación de la palabra de Dios, sin obstáculos. Estas dificultades provienen del
Maligno, y hombres perversos, que le secundan que están en contra de la palabra
de Dios (vv. 2-3). La comunidad cristiana pone su confianza en Jesús, que es fiel y
los afianzará librándolos de la tentación, si son fieles a lo mandado por Jesús,
guiándolos hacia el amor de Dios (V.5), confirmándolos en toda obra y palabra
buena.
c.- Lc. 20, 27-38: Dios no es un Dios de muertos sino de vivos.
La respuesta de Jesús a los saduceos, que no creían en la resurrección de los
muertos, es contraria, al grupo de los fariseos, que sí creían en ella (cfr. Hch.4,1s;
23, 6s). Los saduceos aceptaban como norma sólo el Pentateuco, y no la tradicional
oral o tradición de los mayores. Los rabinos habían tratado, a través del tiempo, de
fundamentar la idea de la resurrección con pasajes de la Escritura (cfr. Ex. 6, 4;
15,1; Nm. 15,31; 18,28; Dt. 31, 16). Se acercan los saduceos, le llaman Maestro,
pero ese saludo no siempre es sincero, no indica necesariamente buena disposición.
La pregunta que le formulan tiene que ver con la ley del Levirato (cfr. Dt. 25,5).
Siete hermanos tuvieron la misma mujer, en la otra vida, de ¿quién será mujer?; la
exageración hace absurda la pregunta, y por otro lado, establece que la vida eterna
sería igual a la actual. Jesús comparte la idea con los fariseos y el pueblo de que
hay una resurrección de los muertos. Los saduceos, grupo aristocrático, político y
religioso, quieren ridiculizar a Jesús. La respuesta del Maestro, deja claro que la ley
no cuenta con la resurrección de los muertos. Ahora la clave está Jesús y su
palabra. La vida eterna, no es igual a lo de aquí; sólo aquí hombres y mujeres se
pueden casar. Los que alcancen la vida eterna, es decir, con lo cual, advierte que
no todos llegan allá (cfr. Rm. 5, 29); en el cielo no se desposarán, porque serán
hijos de Dios, son como hermanos, no tienen hijos, porque tampoco mueren. Serán
como ángeles, hijos de Dios, hijos de la Resurrección (cfr.Job.1,6; 2,1; Hch.12,7;
Rom.8,18; 1Cor.15,44; 15,42s). Pero también Jesús recurre a la Escritura: la zarza
ardiente que no se consume donde Moisés descubre a Yahvé como el habían
venerado los patriarcas (cfr. Dt. 12,2; Ex.3,2-6), enseñando que Dios es Dios seres
vivos y no de muertos, puesto que cuenta con que sus oyentes creen que los
patriarcas están vivos junto a Dios, ya que quien se relaciona con Dios, tiene como
destino la resurrección. La resurrección no es sólo inmortalidad del alma sino del
hombre todo, seremos transformados, viviremos en cuerpo y alma (cfr.1Cor.15,52;
2Tes.1,5). Los escribas, alaban la respuesta de Jesús, puesto que ellos creían en la
Resurrección (cfr. Hch. 23, 6-7); no preguntarle nada más, quiere significar, que
con su inteligencia Jesús acalló el sarcasmo de los saduceos y aumentó su fama
como Maestro. De ÉL tiene la Iglesia sobre la resurrección de los muertos. La
muerte de los hombres, ahora debe reinterpretarse desde la Pascua de Cristo, si
creemos en la resurrección, es porque Cristo resucitó. Como Iglesia, su Cuerpo,
estamos llamados a participar de su misma gloria en la vida eterna.
Teresa de Jesús desde pequeña quiso alcanzar la vida de los santos en el cielo,
hombres y mujeres que pasaron por este mundo, haciendo el bien cuya herencia es
la bienaventuranza eterna. “Considerando lo que gozan los bienaventurados, nos
alegramos y procuramos alcanzar lo que ellos gozan” (1 M 1, 3).