Ciclo C: XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Rosalino Dizon Reyes.
Contentos de haber merecido ultraje (Hch 5, 41)
Es alarmante la visión de lo que se nos viene encima relativo al fin. Pero se nos
exhorta a no tener pánico. Que sea ocasión de dar testimonio.
Advierte Jesús de antemano de las señales del fin para que nadie nos engañe.
Quiere que nos preparemos para lo peor sin perder de vista lo mejor que surja. No
es de los aprovechados que juegan con nuestros temores para promover su propio
bien, su ascenso.
Jesús no es nada como aquellos que se encierran en sus intereses; busca los
intereses de los demás. Va haciendo el bien: sana a los enfermos; anuncia la
buena noticia a los pobres. Procura nuestra salvación a costa hasta de su propia
vida. Se exalta por anteponer la exaltación de los demás a la suya.
El amor desinteresado de Jesús infunde esperanza a los excluidos por la sociedad y
olvidados por la religión. Confían en él. Quedan tan alentados por su ejemplo y
sus palabras que se atreven a seguirle en el camino doloroso y contracultural. Se
guardan de toda codicia y se preocupan por otros necesitados (como los devastados
por Haiyan, a quienes este megatifón quizás les parecía una señal del fin). No se
dejan distraer ya por ninguna estructura caduca de poder y magnificencia. Nada ya
de la tiranía distintiva de los soberanos paganos; la reemplaza el servicio. Ni se
deleitan aprovechándose de la generosidad de otros, haciendo nada y
entrometiéndose en lo ajeno.
Tampoco temen los discípulos, establecidos en el amor de Cristo, las pruebas y las
tribulaciones. Tanto más permanecen en Jesús, cuanto más experimentan que
todo pueden en el que les fortalece, que su debilidad significa fuerza y que reciben
de él palabras y sabiduría irrefutables. Tienen por cierto que a los que aman a Dios
todo les sirve para el bien, de modo que les resulta iluminador y sanador lo que es
fatal a los arrogantes y malvados. Así que toman por favorables los tiempos de
privaciones, angustias, flagelaciones y prisiones, por su constancia en las cuales se
acreditan como verdaderos seguidores y testigos de Jesús.
Por su perseverancia y paciencia, sí, se van salvando los discípulos pobres y
sufridos. Dan testimonio de la verdadera religión. Pues, como dice san Vicente de
Paúl: ᆱEs entre ellos … donde se conserva … la fe viva; creen sencillamente, sin
hurgar; sumisión a las órdenes, paciencia en las miserias que hay que sufrir
mientras Dios quiera, unos por las guerras, otros por trabajar todo el día bajo el
ardor del sol … ᄏ (XI, 120).
Y son gente eucarística, siempre agradecidos que están y dispuestos con coraje a
dar todo por el bien de los demas, imitando a su Señor.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)